Con "4 3 2 1", su última novela, aborda seis décadas de la historia de Estados Unidos, introduce una diversa saga familiar y filtra temas como la inmigración, la contracultura o el afán por un sueño.
Paul Auster, el autor detrás de la “gran novela americana”
A Paul Auster no le interesa su repercusión en la literatura. Ni siquiera en la hegemónica parcela que más le afecta: la estadounidense. Aunque su nombre suene a eterno candidato al premio Nobel. O aunque la búsqueda incesante de esa “Gran Novela Americana” presione a autores consagrados, sirva de muletilla para centenares de reseñas y coincida habitualmente con un libro de gran volumen, superior a la obra anterior. Como el que acaba de publicar a sus 70 años, “4 3 2 1” de casi 1000 páginas.
Nacido en 1947, al neoyorquino todo esto se la toma con indiferencia. Incluso en el momento en que se aleja de la no ficción por primera vez en siete años y presenta esta novela en Seix Barral. Sello que comparte con otros estadounidenses como Don Delillo o Philip Roth, también firmes candidatos a desbancar capitanes obsesionados con cetáceos o universos sureños de furia y ruido.
No le importa no haber seguido los cánones para merecer esa gloria a la que aspira cualquier escritor del continente. Con 4 3 2 1 aborda seis décadas de la historia de Estados Unidos, introduce una variopinta saga familiar y filtra temas seculares como la inmigración, la contracultura o el afán por un sueño. Al mismo tiempo, claro, que salpica el relato con ingredientes de su propia marca: entresijos de las relaciones amorosas, imprevisibilidad de las cosas, anécdotas de suburbios.
4 3 2 1 aborda seis décadas de la historia de Estados Unidos introduce una variopinta saga familiar y filtra temas seculares como contracultura o el afán por un sueño.
Efectivamente, ni situarse en una generación más recia y académica que los Foster Wallace o Jonathan Franzen actuales, ni ser elogiado por otro de los eternos candidatos a premio Nobel, (la faja del libro incluye alabanzas a Murakami) le quita el sueño. A pesar de que un acto suyo, como la pasada presentación de 4 3 2 1 en Madrid, venga acompañada de photocall, auriculares para traducción simultánea o el protocolo digno de celebrity.
Plantearse en estos momentos el Nobel, o “La Gran Novela Americana”, es como pedir explicaciones en la Casa Blanca por el conflicto mapuche, mientras Corea del Norte juega a tirar bombas de hidrógeno. La cabeza de Auster solo tiene espacio para la escritura como mecánica de la vida. Como su trabajo principal desde los 35 años, cuando una reflexión sobre la muerte del padre “La Invención de la Soledad”, lo subió a las estanterías generalistas. Luego vinieron “La trilogía de Nueva York” en 1986, “El palacio de la Luna” en 1989 o “Leviatán” de 1992 y su fama se disparó.
Motivo de peso para que en las quinielas del galardón sueco se junte la ilusión de millones de lectores, deseando reconocerse frente al pisoteo contínuo de poetas ignotos o fabuladores desconocidos. Esperando esa golosina que engorde sus anhelos de persona cultivada, Auster sabe que está en la onda y le da una importancia igual a cero. Sospecha que la catapulta de esta obra le eleva al trono reservado a los póstumos ilustres.
Pero también Auster desmiente ese final que se anunciaba hace días en una entrevista y ya se ha puesto con la próxima, “Llevo dos páginas” dice. “En cuanto acabe esta ruta de países europeos escribiré la tercera, la cuarta y así hasta acabarla. Y luego habrá otra más”, comentaba con calma.
“No soy un profesional en eso” o “si supiera que hacer en una situación así, estaría trabajando en el gobierno para lograr la paz mundial y no escribiendo en un sótano”, son dos de las excusas que pone antes de lanzarse al león del ruedo mediático. Una plaza que, si bien le tiene curtido a cuestiones sobre el Nobel, hinca el colmillo a la mínima sobre el cuello del actual presidente norteamericano. “Trump es un psicópata, un peligro, una amenaza para Estados Unidos y el mundo”, responde sin parpadear, añadiendo epítetos: “es incapaz de leer”, “me hace sentir miserable”, “me da miedo pensar que los han votado 60 millones de personas”.
Amante de citar a Kafka, Whitman o Poe, de alardear con giros metaliterarios en boca de cultivados personajes de clase media y de nombrar ese ambiente entre barrial y exótico de Brooklyn, Auster no pretende encasillarse en movimientos o índices enciclopédicos. Le pueden apodar como el autor del azar, exponente del posmodernismo o equilibrista de las casualidades. Sonrisa de medio lado, ojos entreabiertos, dirá: “Yo no soy el que se pone etiquetas. No hago planes. Prefiero lo inesperado, que es, como todos sabemos, parte de la vida. Así nació este libro, frente a un té, y así funciona la mecánica de la vida: a veces ocurren cosas bizarras y no las contemplo como algo místico, sino simplemente como cosas que pasan”.
¿Pasará en estos tropiezos vitales a los que se refiere, que un día lo llamen desde Estocolmo? ¿Lo colocarán junto a los volúmenes de Moby Dick, El Gran Gatsby o Huckleberry Finn? No contesta. Hasta ahora, las dos carambolas que le han marcado han sido la muerte por un rayo de un chico de 14 años a su lado (“me enseñó que el suelo sobre el que camino no es estable, que todo puede pasar en todo momento”) y conocer a su mujer, la escritora Siri Hutsvedt, en una lectura poética a la que dudó si asistir o no, (“nos quedamos hablando esa noche y luego otra y así otros 36 años. Si no llega a ser por eso, esta mitad de mi vida habría sido totalmente diferente”).
Pinta al mundo tal y como lo ve, insiste. En esta ocasión, con la óptica de Archie Ferguson y durante los 20 primeros años de vida, cuando “se producen los grandes cambios”. Comparte con él la edad y la geografía, pero el oficioso Auster se aleja de su protagonista, sacudiendo las rémoras propias de los creadores: “Yo no soy Archie Ferguson, quiero que lo sepan”.
Con lo que no se distancia es con el compromiso con su nación “Estados Unidos es una idea. Es la primera vez que se inventó un país. Y se fundó sobre un genocidio de indios y sobre la esclavitud, pero la llegada de gente siempre lo ha reforzado. Está en su identidad ser un país de inmigrantes. Sin embargo, hay conflictos innegables que no hemos resuelto”, se explaya antes de mover con despreocupación las manos, mirar al suelo y zanjar la presentación, manteniendo el rictus, la voz carrasposa.
¿Es 4 3 2 1 una revancha hacia quienes te excluyen del Nobel o de componer “La Gran Novela Americana”? “Eso va más allá de mí. Intento no pensarlo mucho”, confiesa. Respuesta de la que se deduce que, en fin, estos títulos le importan poco y nada.
*Alberto G. Palomo
Periodista, Lic en Literatura y Literatura Comparada
**Paul Auster es un escritor, guionista y director de cine estadounidense. En su trabajo literario hay absurdismo, existencialismo, literatura policial y también la búsqueda de un significado y de una identidad personal. Entre su obra más conocida podemos citar “La trilogía de Nueva York” de 1987; “Moon Palace” de 1989; “La Música del Azar, 1990; “El Libro de las Ilusiones” año 2002 y “Brooklyn Follies” de 2005.