La política requiere educación y buenas maneras porque es, por definición, lo contrario de la guerra…
Oct 16 2023
Si los argentinos no tenemos el hábito de preguntar por el éxito o la rentabilidad del dinero que invierten y gastan, sobre todo gastan, las administraciones públicas es lógico que tampoco dediquemos un gran esfuerzo a revisar nuestras actitudes políticas. Lo malo es que este feo vicio irreflexivo no lo tenemos solo millones de españoles de a píe, sino que lo cultivan con mimo los partidos, como se puede comprobar con facilidad ante cualquier descalabro electoral. Los dirigentes afectados proceden a repetir que su fracaso es ilusorio porque en realidad han ganado y a repasar los mil factores que pueden explicar el trastazo, de forma tal que ninguno de ellos suponga el menor atisbo de crítica a su política. Esto nos aproxima a lo que Jorge Luis Borges decía de una cultura política imperante en la argentina, que no eran malos, sino incorregibles.
Nuestra moral pública milita directamente contra el buen sentido cuando actuamos de este modo. En la vida privada, por lo general, obramos de manera más inteligente, más atenta a la experiencia. Si compramos un coche de una marca y nos defrauda, no era lo que esperábamos, difícilmente repetiremos modelo por más que la publicidad y propaganda del auto insista en sus infinitas virtudes. Por muy partidarios que seamos de un equipo, estamos atentos a sus fallos y exigimos a los dirigentes que los corrijan, porque nos gusta ganar. Pero con las políticas públicas ni se nos ocurre hacer algo parecido y ni siquiera nos preguntamos cómo es posible que habiendo cada vez más funcionarios acudir a las administraciones públicas signifique un tormento inagotable. El “vuelva usted mañana” de Mariano José de Larra (1809-1837) se ha convertido en un “pida usted cita por internet y veremos si se le puede atender antes de seis meses”. Lo curioso es que en la época de Marino de Larra los funcionarios eran cuatro gatos y ahora son millones, y no es exagerar.
La política requiere educación y buenas maneras porque es, por definición, lo contrario de la guerra, es la dedicación a levantar nuestro país para llevarlo a lo más alto y eso no se puede hacer solo con “los nuestros”.
Nos tomamos la política como un ritual de creyente, votamos a “nuestro” partido (hay que ser crédulo para pensar que un partido nos pertenece de alguna manera) y, a nada que nos descuidemos, acabamos por hacer y pensar las mismas cosas que criticamos con pasión cuando las hacen los contrarios. Pondré un ejemplo: es común ver a diario en las expresiones en Twitter a diputados a supuestos representantes de tal o cual partido refiriéndose al líder de otro/s bloque/s contrarios decir, casi literalmente: “No tiene ni decoro, ni escrúpulos, ni decencia, ni moral, ni vergüenza. Nos pide desterrar el insulto y la descalificación horas después de empeñarse en embarrar el debate”, es decir que se quejaba de las malas maneras del rival, pero no con mejores modos, con peores tal vez.
Vivimos en un momento en que hay empeño en envilecer la vida pública y ese plan está teniendo éxito y no es externo es bien de adentro del sistema político, aborreciendo y despreciando el concepto de ciudadanía. No estaría nada mal que cada cual pensase a quién favorece más esta conversión de la política en una bronca incesante, en especial sugiero que lo piensen los que se sienten conservadores, los que se sienten liberales, los que se sienten progresistas aun con el uso erróneo de tal concepto… y bueno, manías que uno tiene.
Y hasta da como pudor, de sentirse tonto, por lo obvio, decir que la política requiere educación, racionalidad y buenas maneras, como mínimo porque es, por definición, lo contrario de la guerra, es la dedicación a levantar nuestro país, nuestra ciudad donde vivimos el día a día, para llevarlo a lo más alto y eso no se puede hacer solo con esos llamados “los nuestros”, ¿qué es los nuestros?. El patriotismo es comprender esa necesidad y saber que por encima de la animadversión al que discrepa tiene que estar siempre el esfuerzo por lograr un provecho común. Lo peor que puede pasar cuando alguien se empeña en no actuar de tal modo, excluir a los otros, impedir el pluralismo, es que los rivales hagan lo propio, porque, poco a poco, se puede llegar a lo de Venezuela, incluso a lo de Hamas, es cosa de tesón y constancia.
Y es posible que quienes tienen la amabilidad de leer esto saben que creo un error en esas que una denominada derecha le haga el juego a una denominada izquierda empeñadas en mirarse el ombligo sin capacidad de escucharse, sin capacidad de disentir civilizadamente, todo se trata de odiar lo distinto, porque sí nomás. Cuesta admitir que esta campaña fracasó, llamémosle campaña a este bodrio de la nada del que estamos siendo espectadores. Pero lo peor es que hay graves signos de que no esté nada clara la voluntad de aprender de este desastre que se viene gestando hipócritamente, solapadamente desde los últimos 40 años, por más que emocionalmente se diga y declame lo que queda bien, lo políticamente correcto, y así estamos. Y que nos ha supuesto en dudas, incertidumbres y zozobras, y sufrimientos. Y en efecto, le resultado de la pérdida de una oportunidad excepcionalmente favorable, desde entonces.
Es responsabilidad de los dirigentes cambiar las políticas que no obtienen el resultado apetecido, que no consiguen alcanzar el más mínimo de racionalidad y sentido común que se necesitaría para recuperar el impulso dejado de lado hace casi 100 años y abandonar la senda descendente que lleva ya desde casi cuatro décadas, de las que hay que hacerse cargo. Pero a todos los ciudadanos también nos toca una parte de responsabilidad y por eso me preocupa que haya quienes piensen que todo consiste en pelear con más denuedo, en oponerse las veinticuatro horas del día, en dar píe a una oposición de apariencia tumultuaria, incluso grosera, incivilizada, ruin. A quienes así piensan habría que preguntarles: ¿creen ustedes que las ideas juegan algún papel en la política? ¿están dispuestos a contribuir a que haya una alternativa seria, atractiva y poderosa al gobierno catastrófico de turno, y sus secuaces, sean quienes sean, los que venimos viendo desde hace décadas? ¿son capaces de imaginar un futuro atractivo para todos, una manera distinta de hacer política, una Argentina cuya única actividad no sea hacer que crezcan las administraciones (para “los suyos”), y el empleo público sin ton ni son, y convertirnos a todos en carne de subsidio? y sostenedores de un sistema parasitario, para “los nuestros” de turno.
Porque me atrevo a sugerir que, si todo va a consistir en salir más a la calle, gritar más fuerte que el otro, insultar más intenso que el otro, y repetir los eslóganes vacíos, sólo cargados de odio, que solo se creen los muy adictos, me temo muy mucho que repitiendo siempre, irreflexiones, ignorancia, irracionalidad, saqueo, lo mismo de siempre, no obtendremos nunca nada muy distinto. Lo veremos, sin duda.
Acciones y facciones
Que no me convencen
Y el reflejo en el espejo está loco de atar
Todo este abanico de pantomimas
Todas las risas todas las rimas
Un tejido de elucubraciones de teorías
En universal galimatías
Marionetas de agua a la deriva
Bailando a lomos de oleajes de surf
No conseguirán engañarnos a todos
Aunque a veces parecemos tontos
No conseguirán engañarnos a todos
A todos no…
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EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN
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