Cambiar por cambiar, elegir un candidato porque promete hacer cosas diferentes, y resulta que no es así, o peor. Qué es?...
El problema está latente. No hay que ser un adivino ni cosa parecida para rápido llegar a una conclusión verdadera. Lo cierto es que los falsos políticos se encuentran anidando en todas las organizaciones políticas que conforman el arco iris político de la Argentina
Para ellos, tanto la educación política como la disciplina partidaria, lo repito, para ellos no son más que puras sandeces, obstáculos fastidiosos que se colocan delante de sus caminos, ya muy bien definidos para hacer y deshacer en nombre de su partido. La realidad, que siempre será la realidad aunque duela, nos obliga a una revisión profunda por parte de los organismos jerárquicos que tienen el control de las decisiones de carácter político.
La cuestión radica en que algunos falsos políticos de estos nuevos tiempos no creen en la lectura ni en la moral.
Ellos siempre pretenden seducir o corromper, partiendo del criterio errado de que cada quien tiene su precio. Para ellos, dedicarse a la actividad política significa enriquecerse para que luego, mañana o dentro de una década, nadie los sindique como hombres mediocres.
Sin embargo, otros, consideramos que un político serio es aquel que antes, durante y después de haber ocupado una posición pública sale elegantemente vestido con su traje de moral hecho a la medida.
Lo real maravilloso, es que existe una gran diferencia entre lo que es un político serio y un falso político hacedor de fortuna y prestigio supuesto gracias a la política.
El político serio se respeta de por sí y para sí, es un educador, mientras que un hacedor de fortuna, es sólo un arribista, un disociador, chismoso, defensor del futuro halagüeño que se labra, sin importarle los comentarios y argumentos negativos que él mismo se encarga de echar a correr.
¿Qué les importa a ellos que les llamen falsos políticos, con caras de analfabetos funcionales, si consiguen “su objetivo” y el “prestigio” por la derecha o por la izquierda.
O se cambia para bien, o pronto aguas turbias y hediondas acabarán mojando a todos, aunque no estemos metidos en el centro del huracán.
El tema de la corrupción en las esferas del estado es uno de los problemas que más está desmotivando a los jóvenes a incursionar en política. Y una apatía por involucrarse está afectando a muchos ciudadanos en general.
Que los jóvenes le empiecen a perder el miedo a la política. La política no es la corrupta, los corruptos se van creando por falta de valores y principios, porque no fueron instruidos desde pequeños.
Los partidos políticos deben poner filtros más efectivos para quienes muestren interés en ingresar a sus filas y a la política; como también deben ser claros, concretos, y precisos en cuanto a sus premisas, sus principios y su visión. Qué son? Qué quieren? Qué piensan?
Estos partidos políticos o lo que quede de ellos, es necesario que se reformulen, se adapten y entren en el ya avanzado siglo XXI de una vez.
Y cabe hacer una observación importante; dejar por un momento de lado, las figuras predominantes y excluyentes de un gobierno nacional que pasó y la de un gobierno nacional que lo sucedió. Y por qué no? Una mirada más cerca en la vida cotidiana de cada uno, el lugar donde vivimos. Aprovechar esas corrientes de cambio, si es que lo son y proponer ideas, planes y proyectos de desarrollo, de progreso, que lleven y hagan posible el bienestar de quienes habitan el lugar. Con consensos, con inteligencia y con civilidad.
Cambiar por cambiar, elegir un candidato porque promete hacer las cosas de forma diferente y resulta que nada cambia, o peor, ¿Qué es? Póngale usted el nombre.
En referencia a esos consensos, a aportes inteligentes y con civilidad, podemos ver el caso de Trump como ejemplo y aplicarlo en un ejercicio práctico. Poca gente creía que un ególatra machista, racista, arrogante, ignorante, mentiroso, grosero, maleducado y sin ningún tipo de preparación política (todos hechos contrastables) consiguiera el apoyo necesario para liderar el país más poderoso del planeta. Pero la democracia, por diseño, no tiene ninguna protección contra este tipo de giros inesperados del guión. Como lo que se vota es sobre todo la fachada del candidato, no su currículum, en momentos especiales como los que estamos viviendo ahora no es de extrañar que los despachos se llenen de personajes curiosos con la intención de sacudir el sistema desde adentro.
A veces sucede que tener algo así como “peor el remedio que la enfermedad” produce un efecto rebote, que logra sacar lo mejor de cada persona y reaccionar, ver.
Algo parecido ocurre con el cambio climático, que ya no se discute si es real o no, sino cuál es su origen. El debate igual sigue vivo, y la gran mayoría de los expertos coincide en señalar a la actividad humana como responsable, lo que significa que podemos hacer algo para evitar que empeore.
Y haciendo un paralelo con lo que ha dicho una vez Antonio Machado, en su poema “El mañana Efímero”, acerca de “la España de charanga y pandereta”. Que nos gobiernen los que ganan elecciones de turno, sin un profundo respeto a las reglas y tradiciones democráticas, el “ahora gano yo y se las aguantan”; una y otra vez, no sirve más.
En fin, que dejar de ser un “país de charanga y pandereta” lleva su tiempo, pero no cabe duda que si nos embarcamos en la lucha para acabar con esa tendencia nacional, porque la corrupción y la ineficacia tienen cada vez menos adeptos y simpatías en el país. Y quedémonos con la esperanza o ilusión de una sociedad joven capaz de cambiar el destino oscuro del país.
La necesidad de consenso
Un ejemplo global de esa necesidad de consenso es el “obamacare”, en los Estados Unidos; que quiso ser una reforma sanitaria, más bien intencionada que implementada. Su desmantelamiento se debe a que no se desarrolló con la colaboración de los republicanos. Qué se lee de esto? Que no se pueden hacer políticas integrales de espaldas a la otra mitad, del país o de la ciudad. Mientras tanto las víctimas colaterales de estas decisiones alimentadas por el partidismo mediocre irán aumentando. Hay una frase que resume mejor la estupidez de los tiempos que corren y la pronunció el pasado verano quien era entonces Ministro de Justicia británico, Michael Gove, cuando en plena campaña por el “brexit”, afirmó que la gente estaba harta de los expertos. Una línea de razonamiento peligrosamente parecida al “Muera la Inteligencia”, el famoso exabrupto que José Millán-Astray, fundador de la Legión y Procurador de las Cortes franquistas, dedicó a Miguel de Unamuno en octubre de 1936. Y ya sabemos cómo acabó todo aquello. Tal como están yendo las cosas, cuesta pensar que los humanos seamos organismos capaces de aprender de nuestros errores. Este año hubo varias oportunidades y habrá oportunidad de demostrar en las urnas y derrotar la ignorancia, de todos los pelos y colores, que no tiene partido, sino que se enmascara en ellos, en todos ellos. Trabajo arduo y necesario de cada uno de los buenos políticos que aún existen en esos partidos.
La pertenencia y ubicación geográfica de Lobos en la Sección Electoral a la que pertenece, esto es la Tercera Sección, es un capricho de la naturaleza electoral, y un castigo a la vez; está a medio camino entre el descontrol demográfico y urbano del Gran Buenos Aires y la idiosincrasia y desarrollo de los pueblos-ciudades rurales. Los proyectos de desarrollo, crecimiento, equidad y generación de riqueza no van a venir de los poderes centrales por cuestiones obvias de las urgencias políticas; ya que este país siempre está con urgencias políticas. Se hace necesaria una mirada hacia adentro y proponernos un concepto, un objetivo, para Lobos y para la región.
Ideas, proyectos, propuestas, búsqueda de soluciones, consenso, es lo que se necesita; más allá de los “grandes temas nacionales” y cobijarse en ellos como un slogan, sin ver el bosque; tener una idea y un proyecto de ciudad, de región. Un sutil y largo camino que solo se supera con puentes por sobre los precipicios.