Algunas personas quieren que algo suceda, otras sueñan con que pase, y otras hacen que suceda.
El Cordero Enardecido
un Relato de Mamón Contrera
Era la primera edición de las Olimpíadas de la Cuenca del Salado, año 1974. Participaban varias localidades bonaerenses; Lobos era el anfitrión y creador de las mismas. “Tacho”, mi profesor en el secundario, en la clase de educación física, me llama aparte del grupo. Me dijo –“Mamón, estoy armando el seleccionado de vóley de Lobos y elegí a tres estudiantes para formar el equipo, vos sos uno de ellos y yo voy a ser el capitán”-, casi me caigo de espaldas, -“la semana que viene empezamos los entrenamientos”-. Tremenda alegría. El “Flaco” Chiurazzi, “El Gallego” Marcos y yo, éramos los más chicos, rondábamos los 17 años. Los demás andaban por los veinticinco y algunos treinta.
El entrenador era un colega de “Tacho”, en realidad él era un coordinador, el verdadero técnico era “Tacho”.
Comenzamos los entrenamientos, los cuales eran bastante intensos. Mucha pierna, mucho ejercicio de coordinación, pero con el hecho de ser parte del plantel, ya estábamos satisfechos.
Estábamos con la crema del vóley. Pasaron los meses y llegó el día en que se inauguraba la 1ª Edición de estas olimpíadas. Los dos primeros partidos se ganaron bien. Los tres más chicos, no entramos a jugar ni un minuto Nos tenían de relleno. Ya el hecho de ser parte del plantel no tenía la misma emoción que al principio. Por lo menos yo, quería jugar y estaba tremendamente ansioso por entrar a la cancha.
Por la otra zona venía “matando” Mercedes, quien en el ambiente del vóley, era el favorito.
Llegamos a semifinales. Y fue Mercedes nuestro próximo rival. El gimnasio del Lobos Athletic Club, estaba colmado. Lleno total. No cabía un alfiler. Ya se hablaba que del ganador de este partido saldría campeón. Mercedes tenía mejor equipo, pero nosotros éramos locales. El clima dentro del estadio era increíble para un jugador. Los más chicos veníamos bastante enojados y decepcionados con el técnico. En el vestuario antes del partido me dice -“Te aviso que ustedes no van a entrar a jugar, ya que el partido es muy duro y es necesario contar con los más experimentados”-. Se había dado cuenta que yo estaba realmente “recaliente” al terminar el partido anterior, ya que se había ganado por bastante diferencia y nuestra participación no comprometía el resultado del mismo.
Entramos a la cancha y el griterío fue ensordecedor. Precalentamiento, movimientos suaves, desplazamientos coordinados, toques de pelota entre dos jugadores, flexiones. No había manera de concentrarte ante semejante escenario. Sale Mercedes, y la silbatina fue escuchada a varias cuadras. Griteríos, insultos, amenazas, bombos. Y así fue que sonó el silbato, silencio absoluto y la pelota fue puesta en el aire para ser embestida de un puñetazo para iniciar este tremendo partido.
El equipo de Mercedes ni se había enterado del entorno agresivo y hostil. Lobos parecía que estaba formado por muñecos. Paralizado, inmóvil, dudas, pifiadas, ¿pánico escénico?. Los partidos se jugaban al mejor de tres “chicos”. Terminaban en 15 y con diferencia de 2 tantos. El primer “”chico” lo perdimos 8 – 15. En el banco la “cagada a pedos” hacia los titulares fue suave, ya que titulares y técnico estaban adormecidos. Nosotros, los pendejos, nos cagábamos de risa de una boludez que hizo “El Flaco”. El técnico al vernos tan descolgados de la circunstancia, nos fulminó con la mirada, como si no entendiéramos la gravedad del resultado.
Comienza el segundo “chico”, 0-1, 0-5, 1-7, 2-9, 2-10, 3-10. La gente enmudecida. Algunos hinchas muy enojados vieron que ya se iban las ilusiones de ganar el partido y el título. Otra vez “El Flaco” hizo una mueca y no pude aguantar la carcajada. Al técnico se le salieron los ojos de la cara y al mirarme, levanté los hombros inconscientemente; ese gesto fue el final de una relación amistosa… Otro tanto para Mercedes 3-11.
Y ahí sí, empezó el éxodo. Los lobenses emprendieron la retirada del estadio. Desde el banco, muy ofendido y molesto, me dio bronca ver esos conocidos del pueblo, tan decepcionados, 3-12. Los seguía con la mirada y también observé a los “forros” de Mercedes gritar con sorna. Estaba ido el partido. Pensaba “la puta que los parió, que moco nos comimos”. Mis amigos, mi hermano y nuestras novias, seguían firmes.
Sentados, bancándonos en nuestra desolación. “Tacho”, le hace señas al técnico para que pida “minuto”. ¡MINUTO!!- Gritó el árbitro-. Lobos, en círculo alrededor del capitán, incluido el técnico. Se escuchó –“poné a los chicos, aunque sea que jueguen estos últimos tres tantos”-. El técnico giró su cabeza hacia nosotros con mucha molestia y dijo las palabras más bellas que hasta ese momento había oído –“ A ver pendejos, a la cancha!”-. Cuando nos paramos y comenzamos a saltar para calentar -yo volaba de la calentura, ofendido, indignado, furia-, se escuchó como si hubiese caído un rayo en medio de la cancha, era nuestra propia hinchada, gritaban sacando la campanilla por fuera de su boca. El quilombo que se armó!. Era por el honor, aunque sean segundos de juego, no importa, la cuestión era ENTRAR A JUGAR!. Seguía el griterío y los mercedinos miraban con asombro tanta algarabía, -“por qué estarán festejando?”- ellos ya tenían el partido en el bolsillo..
Saque para Mercedes; pelota en juego, tiro fuerte y recto, pasa la pelota a nuestro campo, “El Gallego” vuela y contiene con su brazo derecho, la pelota sale alta y cae al medio, “Tacho” me levanta la pelota, salto, y…. toda!... pero toda! mi bronca la descargué en ese puñetazo contra la pelota. La violenta trayectoria de la misma fue a dar en la cara del mercedino y el balón fue a parar a la tribuna lobense. ¡TANTO PARA LOBOS! Gritó el árbitro; ya está ya fue. No podía dejar de saltar y gritar el tanto. Nuestra hinchada enloqueció, “que me importa si perdemos, hice un tanto!”; el juez llamó tres veces para que se reinicie el partido, 4-12. Saque de “El Flaco”, ¡BOMBAZOOO!, ni la olieron. Otra vez la misma escena, 5-12; y la magia de la vida apareció esa tarde en el Lobos Athletic Club; 6-12, 7-12,…… 12-12. No puedo explicar lo agrandado que estaba, remate y remate, tanto y tanto para Lobos. Siempre, luego de cada tanto tratamos de juntarnos y abrazarnos entre nosotros tres. No era un desprecio hacia los más grandes, ya que ellos no sólo nos alentaban, sino que se desatornillaron. El segundo “chico” lo ganamos 15-13. La algarabía era total, la hinchada se metió dentro de la cancha Mi alegría me desbordó. Saltaba y cantaba como si fuera un hincha más. Abrazado a la multitud, en un momento me agarran del brazo y me giran violentamente hacia atrás. Era el técnico, me gritaba –“no saltes, no ves que haces un desgaste físico y todavía tenemos que jugar el próximo chico”- ; lo miré como el me miró en el banco; se dio media vuelta y se fue. Yo seguí con el festejo. El clima se revirtió. El público que se había ido, volvió. No se cómo se enteraron, pero otra vez la cancha estaba desbordada. Ganamos el tercer parcial – “tercer chico”-. Mercedes totalmente desorientado y sin encontrar respuesta a semejante revés. Estábamos en la final. Me subieron en andas y nunca más en mi vida me olvidé de ese sueño hecho realidad. En medio del festejo, el técnico saltando de alegría, se me acerca y me dice -“yo sabía que con ustedes íbamos a ganar el partido”-
Obvio que en la final contra San Miguel del Monte jugué de titular y salimos campeones.
Cuando me siento triste, solo necesito recordar este partido.
“algunas personas quieren que algo suceda, otras sueñan con que pase, y otras hacen que suceda” ha dicho alguna vez el gran Michael Jordan
El Cordero Enardecido – Le Mouton Enragé
Película francesa de 1974 de Michel Deville
Protagonizada por Jean-Louis Trintignant; Jean-Pierre Casse; Romy Schneider; Jane Birkin
El Cordero Enardecido tiene como personajes centrales a dos amigos, Nicolás Mallet, un gris cajero de banco y Claude Fabre, un manipulador escritor. Es así que Fabre quiere llevar, conducir la vida de Mallet y deje de ser la de un burócrata pequeño, pisoteado, el patético cordero conformista; y triunfe. Tiene que empezar a prepararse, a dejar inhibiciones atrás; y va accediendo a lugares y situaciones, un momento, una oportunidad, una posibilidad, una puerta, un peldaño para empezar a subir.
Es así como el pobre cordero, se irá convirtiendo entonces en un león magnífico y conquistador, y las encantadas mujeres serán sus aliadas más fieles, o tal vez no.
Al principio de la película había pedido un sándwich de jamón, le dieron uno de salame, y se conformó como un cordero. Ahora exige, casi amenaza. Se enardece; su transformación es completa.
NOTAS
(1)Las Olimpíadas de la Cuenca del Salado, tienen su primera edición en el año 1974. El aporte de un subsidio del gobierno nacional de entonces, hace posible la realización de esa primera edición y el inicio de la principal fiesta deportiva y cultural de la Ciudad de Lobos, y antesala, por su envergadura, de los Juegos de la Provincia de Buenos Aires y los Juegos Nacionales Evita. Los Juegos Olímpicos del Salado reúnen en varias jornadas de alto nivel participativo y competitivo, deportes federados y no federados, que se encuentran en plena competición en la mayoría de los casos.
(2)Nota del Editor:
Al trabajar en la edición de este trabajo, leer, releer y volver a leer el relato de un amigo de la infancia, de lugares, vivencias y emociones comunes, de quienes fuimos adolescentes apenas jóvenes en el tiempo que sucedía lo que se relata. Se vino todo a la memoria, con caras, ruidos, cánticos, amigos, los que están y los que ya no están.
Un recuerdo para el Mentor de Los Juegos Olímpicos del Salado, el Profesor Rubén “Pebete” Sobrero. Para Gustavo Tacho Sobrero nuestro “profe” por esos días. Y a todos quienes lo hicieron posible.