"Que le pasa a éste, se cree superado. No sabe con quién se mete" masculló al creer que disimuló no haberla visto.
Otra mañana incómodamente fría, miércoles, humedad, incómoda como todas las mañanas, el bar de siempre, y como siempre casi solitario, y a pesar de sus dueños, hermoso, solitario, y el poderoso aroma del café que lo inunda todo. Lo que ha sucedido con los protagonistas, se puede ir percibiendo como un puñado de hipótesis, inciertas como todas las hipótesis, o metáforas tal vez, por aquello de que “la vida es una metáfora”, leído por ahí. Sin ningún fundamento lógico, pero, la hipótesis es lo que está más cercano a todo. La protagonista, para sus adentros se llega a preguntar casi continuamente “¿qué significa ser libre?”, no puede responderse, o no quiere tal vez. No quiere porque… ¿se siente autosuficiente y poderosa? … a veces se siente en una jaula que está dentro de una jaula y que tiene a las fieras bajo control. Caen a sus pies y logra sus cometidos. A veces se dice a sí misma frente al espejo, “que los genios se nutren de todo lo que encuentran”, porque perder no está entre sus opciones. De la mesa vecina, en el bar, las dos amigas, del lunes pasado, parece que hoy siguen con el mismo tema, y una le dice a la otra “¿sabes una cosa?, cuando alrededor todo lo que veo son oportunidades, es muy difícil dejarlas pasar de largo sin aprovecharlas” “¿me entiendes?” “no me importa nada amiga mía”; por un momento el silencio entre las mesas y el aroma a café reinó con más fuerza; y como adivinando el pensamiento de su amiga suelta con una mueca un tanto teatral “he dejado de entender lo que significa querer a alguien”… Por las ventanas del bar se veía la calle, como una película muda; pensaba cuántos corazones sin coherencia, o inseguros, van cerrándose cada vez más, sin importar el costo, como si quien los cierra fuese el frío del invierno… Tal vez – DEL EDITOR -
Los ex…tremos no se tocan (IV)
José Pepe Juliá
Si hay algo que Mabel tiene súper desarrollado es el sexto sentido atribuible a toda mujer que se precie. Anda rondando por su mente una sensación de inquietante, inminente caos desde que se ha deslizado fuera de la cama. Y lo que le produce una inquietud, un ansioso alerta que la intranquiliza es que aún no puede determinar cuál es el grado de alerta del riesgo que intuye, un alerta... Pasó una noche envuelta en un sueño cargado de ansiedades magnéticamente lascivas, erotismo en el que ella como única protagonista, una actriz, se multiplicaba en escenas con dos codiciadas presas a su merced, galanes, que de Eduardo y Daniel solo tenían los rostros, lo demás era proporcional a lo que se puede apreciar en las películas, de ésas que dice ella, nunca mira.
No viene por ahí el desvelo de Mabel, aunque maldijo al despertador por arrebatarle el final de su viaje amorosamente salvaje justo en su epílogo. La razón de su inquietud viene por el lado del trabajo, que tiene como protagonistas a los que hoy, mal que mal, ocupan su alborotado “corazón”. Se vistió y se maquilló, con el desgano propio de los lunes.
Esperando el Uber en la puerta de su edificio, insultó al aire por la tenue llovizna que le arruinará el cabello. No es de las que le gusta estar debajo de un paraguas por más elegante y costoso que sea. “Lo primero que ven es el paraguas y no la diosa que lo lleva” se decía, cuando una bocina le indicó que su "carroza principesca" había llegado.
En el trayecto hacia el trabajo ve a la gente que trata de resguardarse de la lluvia, esperando el colectivo hacia sus rutinas, se sonríe con el sarcasmo que suele ostentar y se acurruca en el asiento. “Pensar que hace casi un mes atrás yo estaba ahí cuidando que los zapatos no se me humedecieran”. Involucró a Ernesto al recordar que en los días de lluvia, debajo del pequeño techo la abrazaba para que no sintiera el frío hasta que el colectivo se dignara a llevarlos.
“Es llamativo esto del capitalismo: Créditos para los que tienen fortunas; regalías para los que no se tienen que levantar temprano” especulaba Mabel “Y a mí que recién estoy escalando la pirámide me paga el viático hasta la oficina ahora que cuadruplicó mi sueldo”. Se tapó la boca para ahogar una casi cínica sonrisa. No quiere que el chofer piense que está atravesando una alteración mental.
Se bajó en la entrada del edificio de oficinas con el tiempo suficiente para cruzar la calle y entrar al Café, cita obligatoria de las mañanas laborables. La mesa que siempre ocupa estaba invadida por una pareja. Tomó este contratiempo como el inicio de la catástrofe. "Nuestra mesa" murmuró asociando la pertenencia con Ernesto. Miró al mozo recriminándole en silencio y él, elevando los hombros se desentendió del tema. Pensó en no dejarle nunca más una propina. Con brusquedad corrió la silla de la mesa cercana a la "suya" y con indisimulable enojo golpeó la que estaba sentada la usurpadora pidiendo disculpas en un tono apenas audible. Desplazada de su lugar original se sintió incómoda.
Desayunó más rápido que de costumbre y al levantarse la invadió el aroma que se escapaba de la taza del invasor: café negro, bien cargado y sin azúcar, como lo tomaba Ernesto. Volvió a levantar los hombros el mozo cuando Mabel le gritó: "Mañana te pago" como castigo por no defenderle el lugar.
Al querer cruzar la calle vio entrar al edificio de la empresa a Daniel que pareció no escucharla cuando lo llamó. El tránsito la demoró tanto como el tiempo que le tomó a su jefe desaparecer por la enorme puerta de vidrio. "Que le pasa a este, se cree superado. No sabe con quién se mete" masculló al creer que disimuló no haberla visto, dándole motivos para recordar su presentimiento nefasto.
Contrariada, pasó sin saludar por la recepción y pudo escuchar el reclamo de buen día de Carolina, la encargada del mostrador de "Informes". La llegada del ascensor la obligó a dejar para el mediodía las disculpas y se apuró a darle un beso a Mónica que a las corridas subió con ella. Su secretaria le clava el puñal de la incertidumbre y acrecienta la teoría de malos presagios "¿Vos habrás sido la primera en enterarte de la noticia, no?" le pregunta con ironía, dándole a entender que su relación con el jefe era un secreto a voces. "No tengo ni la más puta idea de lo que me estás preguntando" pensó en decirle, pero era perder altura ante su dirigida. Optó por contestar que no le interesaba el tema -sin saber a qué se refería el comentario- pareciéndole inoportuno ventilarlo en el ascensor.
Agobiada llega a su despacho y le parece que se hunde infinitamente en la mullida comodidad del sillón sin encontrar dónde aferrarse. "No creo que me despidan después de mi brillante actuación ante los japoneses", se dio ánimo, "me devolverán el puesto anterior", se angustió. "Si estuviera Ernesto tendría quien me aconsejara", hundiéndose un poco más, "seguramente él me pediría calma. Que no me apresure a sacar conclusiones en el aire, como hago siempre".
El llamado de Daniel por el intercomunicador diciéndole que vaya a su oficina le anticipa, por el tono grave de su voz, que no serán buenas noticias. Al primer golpe en la puerta, Daniel le dice que entre. No alcanzó a dar los tres golpes restantes con los cuales en forma de código, le indicaba que ella estaba del otro lado.
"Sentate" le dijo mirándola a los ojos. La sonrisa que le regaló la intranquilizó. "Mabel… Mabel, por vos me costó mucho más tomar la decisión. El Directorio cree oportuno que un representante de la empresa se tiene que sacrificar y establecerse en Japón…", dejó de escucharlo y se encerró en sí misma. Se vio viajando en Primera Clase hasta el otro lado del mundo; adaptando su estómago al pescado crudo; se acostumbraría a ver la vida en forma sesgada; a descubrir las costumbres milenarias de los samuráis. Se preguntó si se adaptaría a la soledad oriental o sí tendría acceso directo a las camas en el suelo con algún apuesto japonés que se digne a seguir su ritmo afrodisíaco y desenfrenado, cuando volvió a escuchar la voz de Daniel "…y me han designado a mí como el encargado de esa tarea, Mabel. Serán tres años en que podré desarrollarme profesionalmente en el primer Mundo, te das cuenta Mabel, en el Primer Mundo…".
Lo felicitó, le dio un beso y ya sola en su despacho calculó que Ernesto, allá en Trelew, a 1300 kilómetros de distancia estará mucho más cerca que Daniel. Aunque una leve, imperceptible quemazón recorrió su piel, imaginando al próximo nuevo jefe…
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe
LobosMagazine 2019 LM™
“Tiempo atrás lo salpicabas todo con tu encanto
Te he visto reducir hombres al llanto
Y a la fortuna despreciar
Algunas noches soy fácil, no acato límites…
Algunas noches soy fácil, no acato límites
Con el tiempo fui aprendiendo a ser robot
Era programable en cuestiones del amor
Tiempo atrás lo salpicabas todo con tu encanto
Te he visto reducir hombres al llanto
Y a la fortuna despreciar
Hoy rayas el mediodía casi descocida
Sos un flamenco con el ala herida
Con la intemperie te arropas
Como yegua derramaba su esplendor…”
LobosMagazine 2019 LM™
EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN