Hoy será un día complicado. La reunión con empresarios japoneses la tiene preocupada. Será la primera vez que participe activamente en una de ellas. Y también el estreno de su sillón, ubicado a la derecha de Daniel, su nuevo Jefe
Mientras me invadía el aroma del primer café de la mañana, releía el capítulo anterior, viendo cómo iban tomando forma los personajes de este cuento; y poniendo la atención en el odioso personaje que asesina medialunas, así como así, tal vez sin apreciar su sabor, y pensaba “¿cómo alguien que no conoce el futuro puede comprender el sentido del presente?” No tenemos idea hacia qué futuro nos lleva el presente y entonces… ¿cómo vamos a saber si merece nuestra confianza, nuestra desconfianza o nuestro odio, o…? Pero él, no veía, o tal vez sí y sólo era su estrategia, es posible. Pero…, y siempre hay un pero, ¿no es casi una certeza real que las mujeres ven y encuentran siempre muchos más defectos en el hombre que está con ella, que en los demás, los otros? Y quizás, perder no estaba entre las opciones de ninguno de los dos… tal vez, pero perder no será nunca una opción, pero si una posibilidad. Y tal vez, a simple vista pueda verse que los dos desean lo mismo, puede ser que sí, puede ser que no; lo que sí es seguro que no hay nada tan insoportable como el vacío de no desear nada… y tal vez las cosas más sencillas pueden ser las más difíciles de ver, y a veces, se tarda en ver lo que uno tiene delante de sus narices y que las medialunas no son tan dulces como creía y que le causaba placer verla, pero ella sólo derrotaba medialunas. Será que tal vez para conseguir algo que es importante, o se cree importante, se debe pagar un precio, porque son las reglas de este mundo… tal vez. – DEL EDITOR -
Los ex…tremos no se tocan – (II)
José Pepe Juliá
Mabel se acomodó en la silla y se dispuso a desandar la rutina del desayuno. Café con leche y dos medialunas que en forma de combo matutino ofrecen en el Bar que está frente al edificio donde trabajan. Odia el almíbar con que embadurnan las medialunas. Se le pegotean los dedos y no puede quitarse las migas de la medialuna, como escamas azucaradas que se empecinan en alojarse en la comisura de sus labios en cada ataque de su boca y que no pueden ser alcanzadas con la punta de su sutil lengua. Ernesto es el encargado de hacer desaparecer elementos ajenos a la estética que pueda ensombrecer la luz que, según él, irradia la cara de ella cuando sonríe, sin importar el horario.
Suspira Mabel, mientras hurguetea en su cartera buscando el espejo. Se observa reflejada y descubre que su boca mantiene el brillo del rouge sin tener que esperar la intervención de Ernesto.
Algo hizo que se quedara aferrada al espejo. Sin dejar de mirarse se pregunta una vez más si está conforme con llamarse Mabel y el “no” con que se contesta es categórico. Maldice a su madre por bautizarla con el nombre de la abuela. Siente que “el Mabel” le resta prestigio y novedad si se tiene en cuenta que las otras mujeres de la oficina, aunque sean tan solo un poco más jóvenes que sus treinta y tres años, ostentan nombres más artísticos y armoniosos. Le molesta leer el suyo en el cartel de acrílico que le acredita ser la dueña de un escritorio. Se había tomado el trabajo de investigar los nombres más usados en los ochenta y llegó a insultar a sus padres por no bautizarla Verónica, o Laura, o Patricia tan en moda en esa década. Ernesto es de la teoría que “el Mabel” le da prestigio y solemnidad. Algo que la diferencia de las demás. “Conclusiones de un hombre enamorado” se dice Mabel, mientras pide la cuenta.
Recién al cruzar la calle se da cuenta que Ernesto siempre es quien dirige la travesía: “Esperá que viene una moto”; “Dale ahora”; “Rápido que dobló uno”. Ella siempre se distrae buscando algo que podría buscar en la vereda. Y eso es lo que hace desde hace un tiempo: Cruzar la calle prestando la máxima atención.
Gracias a la perseverancia de Ernesto, tanto ella como él, han conseguido el tan merecido reconocimiento del ascenso. Los dos ahora ocupan el mismo cargo en la empresa en forma temporaria hasta que se hagan efectivos.
No le quita méritos a Ernesto que se esmeró en gestionar en forma simultánea el reacomodamiento en el staf de la empresa, pero piensa que si ella no hubiera intervenido en tiempo y forma todavía andarían en veremos…
Hoy será un día complicado. La reunión con empresarios japoneses la tiene preocupada. Será la primera vez que participe activamente en una de ellas. Y también el estreno de su sillón, ubicado a la derecha de Daniel, su nuevo Jefe, en la larga mesa de reuniones del Salón Dorado de la empresa.
Desde que ocupa el reciente cargo de Subgerente de Área, hace ya tres semanas, no ha podido serenar su adrenalina. Que se acrecienta al solo hecho de estar cerca de su superior. O “Dany” como lo llama en la intimidad. Ella se encargará de demostrarle a los japoneses los beneficios económicos que la inversión del proyecto a desarrollar tiene para ambos países. Se estudió hasta el último detalle, incluso memorizó cifras, fechas y balances aprovechando la soledad de su despacho particular. La semana pasada después del horario de oficina aceptó la invitación de Daniel a su departamento para intensificar la estrategia a seguir y no dar pasos en falso. Tiempo en definitiva en que de lo que menos se habló fue del proyecto.
Se tomó el trabajo de aprender fonéticamente algunas palabras en japonés. “Si el encargado de presentar este trabajo fuese Ernesto seguramente incluiría sushi y hasta alguna danza oriental”, pensó risueñamente mientras abordaba el ascensor. “Pero no cuenten conmigo para esos detalles” se dijo al llegar a su oficina.
A minutos del inicio de la reunión, sentada aún en su sillón giratorio y mullido, siente cosquillas en el estómago. Sensación que se experimenta cuando se realiza algo por primera vez. Como el beso adolescente y robado. Como el encuentro carnal, torpe y apresurado. Como en las despedidas o en los reencuentros.
“¿Qué estará haciendo en este momento?” se pregunta Mabel. Se niega a aceptar la posibilidad que Ernesto le esté quitando restos de medialuna de la boca a otra que no fuese ella.
“¿Sentirá el frío?” se angustia. Y se consuela convenciéndose a sí misma que dieciocho meses a Ernesto, el nuevo Subgerente de Área de la sucursal de Trelew se le pasarán volando…
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe
LobosMagazine 2019
“…Taché los días de calendario
En los que nos hicimos daño y quedaron tres
Tres días encerrado sin ti, en mi propio metro cuadrado
Nos volveremos a ver en el día de todos los santos
Y creo que va a empezar a llover
Creo que va a empezar a llover
Dime ¿crees que valió la pena
Si amenazan hoy nubes negras que vienen hacia aquí?
Yo te quise, te quise tanto
Hasta que encontré agotado mi amor por ti
Y creo que va a empezar a llover
Creo que va a empezar a llover…”
LobosMagazine 2019 LM™
EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN