El día es hoy. A las siete de la tarde se encontrarán en lo de Ferrarese. Como aquella vez…
Nuestra imaginación es expresión, las palabras de los demás también lo son y todo el arte en el que buscamos un refugio de la realidad es expresión humana. Y es la expresión del ser humano la que nos puede consolar ante la deriva que es la vida. Y en la vida siempre hay cosas demasiado complicadas para explicarlas en cualquier idioma, ¿demasiado complicadas?, o ¿complicadamente simples?, y tal vez, más que explicaciones sea una búsqueda; y lo que sea que estás buscando, es muy posible que no llegue en la forma en que lo esperas, o… tal vez sí, porque las cosas en la vida, las cosas de la vida, no fluyen así simplemente y necesariamente por el camino más corto, porque la vida no es como el agua, no. Pero la naturaleza se nos presenta y muestra tal como es, y es lo que expresamos a nuestro entender lo que refleja lo natural, que sería parte de nosotros, nuestro pensamiento. Y se supone que al final podremos encontrar en nosotros la respuesta a todo…se supone. Y, a fin de cuentas ¿alguien puede decir lo que es mejor?, en esa búsqueda de todos; tal vez sea mejor dejar de reprimir esas búsquedas o deseos por nadie, y cuando lo que buscas llega o vuelve a tu puerta, aprovecha la ocasión y sé feliz, porque tal vez eso que llamamos presente puede ser que tenga forma por la constante acumulación del pasado… cerca del final, donde todo empieza... tal vez. – DEL EDITOR -
Será en lo de Ferrarese… un lugar neutral
José Pepe Juliá
Cuando dijeron de encontrarse en un lugar neutral, coincidieron en el café de Ferrarese. Y lo hicieron con un elaborado y cuidadoso desentendimiento del verdadero significado de lo que se considera “neutral”. Fue en una de sus mesas donde él le manifestaba hace casi una decena de años atrás su amor incondicional. Fue en una de sus sillas donde ella se sintió segura de no terminar en el suelo al aflojársele las rodillas cuando él le tomó su mano con promesas de no soltársela nunca más. Lo neutral podría estar vagamente identificado con otro espacio del salón diferente al lugar de aquel entonces o específicamente en las sillas y mesas ajenas a aquel acontecimiento.
Roxana, desde hace ya un largo tiempo, siente que ha dejado de ser Roxana para Pablo. Roxi pasó a ser simplemente “Vos” en los pocos diálogos que tienen o en “Ella” cuando en público se refiere a su persona. Con el paso de los años siente como se fue convirtiendo en pronombre cotidiano.
El “Pablo” en boca de Roxana, fue perdiendo la delicada sonoridad y la acaramelada cadencia con la que a ella, con el solo hecho de pronunciarlo, se le iluminaba la mirada para ver por encima del horizonte por alcanzar. Lo cotidiano le restó brillo y sinceridad a la relación.
La casa se fue contagiando de a poco con los grises que pintarrajean los silencios dilatados y los gritos altisonantes. De ausencias cargadas de excusas cada vez más intrincadas y de disimuladas presencias cada vez menos frecuentes.
Cuando sucumbieron a la idea de poblar el living, la sala de estar, el jardín o la cocina con personitas que tengan algún rasgo suyo, fue como si algo se hubiese quebrado. Tienen en claro que en los problemas de pareja no es uno solo el que los origina. Jamás se han faltado el respeto. A lo sumo habrán elevado el tono de voz o dieron un portazo arrepentido.
El dormitorio se había convertido últimamente en el lugar propicio para desearse buenas noches con un beso desabrido y vacío y amanecer una vez más espalda con espalda. Como enfrentando los remitentes para ocultar los destinatarios.
La franqueza carcomida por la desconfianza también se fue deteriorando. Se juran que no hay terceros en discordia que arrimen la posibilidad de andar otros caminos.
Cuando Pablo le planteó tener la conversación que necesitaban y que ninguno de los dos proponía, Roxana sintió alivio y desazón a la vez. Desapareció el peso de tomar la iniciativa para la charla que esclarezca lo que inevitablemente se estaba oscureciendo. Como si demorando ese momento tal vez la cosa cambiaría. Aunque ellos no intentaran algún cambio.
El día es hoy. A las siete de la tarde se encontrarán en lo de Ferrarese. Como aquella vez. O casi. Porque ellos ya no son los tiernos bocados que a la vida le gusta devorar.
Roxana que regresa antes de su trabajo tendrá más tiempo para preparar el duelo. Después de ducharse, se para frente al espejo y deja caer el toallón. Desnuda frente a sí misma se empecina en encontrarse defectos: ve su figura más robusta; los cabellos más teñidos; su piel desgastada; su corazón a medio latir; el amor con falta de signos vitales. No quiere llorar ¿Tengo motivos para llorar? se pregunta y la respuesta juega a las escondidas. Le costó elegir lo que se iba a poner. Redescubrió el colorido y la audacia de su vestuario. La estrechez de una pollera y hasta el desparpajo de su ropa interior arrumbada en un cajón. Por la humedad de sus ojos tuvo que retocarse el maquillaje tenue como le gustaba a Pablo. Escogió tacos altos para estar a la altura de las circunstancias. Los que estilizaban sus piernas y la hacían una mujer admirable.
Pablo irá directamente cuando cumpla la rutina de oficina. Todo el día se la pasó pensando en cómo empezar a contarle a “Ella” lo que siente y no se anima a decirle. Se descubre arrugas nuevas al pasar las manos por su cara. Tantos pliegues como los que siente en su interior. Su columna se empecina en quedarse encorvada hacia el escritorio cuando le ordena enderezarse. Al lograr apoyarla en el respaldo del sillón se pregunta si el asiento está dejando de ser anatómico como dicen que es. Recuerda lo fácil que le resultaba cargar a Roxana a babuchas para convertirse en su corcel dócil y portentoso que correteaba por la casa con la risa contagiosa de la doncella aferrada a su cuello. Esta vez se dejará puesta la corbata. ¿Cuándo fue que empezó a sacársela antes de traspasar la puerta de entrada de la casa? A Roxana le gustaba abrazarlo al llegar y deshacerle el nudo con la boca como una travesura erótica.
Roxana llega al bar de Ferrarese quince minutos antes. Se sonríe al recordar que aquella vez también llegó con adelanto a la cita. “El que tiene que esperar es él” le dijeron sus amigas cuando les comentó la declaración de amor con lujos de detalles, como exigen las buenas amigas. Se ordenó a si misma ser la que comenzará a hablar. Se siente la iniciadora del derrumbe sentimental de la pareja. Del dejarse estar y no haberse dado cuenta antes.
Pablo pudo estacionar el auto a tres cuadras. Caminando nervioso no puede disimular una mueca risueña al acordarse que ese nerviosismo es el mismo al de aquella vez, cuando más de uno lo vio hablando solo, al querer memorizar el monólogo que había estudiado para no meter la pata. Libreto que jamás pudo decir cuando las miradas de ambos se cruzaron y tuvo que improvisar. Se declarará culpable en cuanto se siente frente a ella.
¿Habrá sido el aroma del café? ¿O la música que se escapa de la vieja radio? ¿Es la inagotable amabilidad del señor que con su apellido se bautizó para siempre y de hecho el lugar? ¿Será Roxana iluminada por los últimos rayos de sol veraniego que se cuelan por la ventana? ¿Podrá ser la rejuvenecida apariencia de Pablo al ocupar la silla desocupada?
Al sumar el brillo de sus ojos, sus manos entrelazadas, el sonrojo de ella, la nerviosidad de él, los demás coincidirán en afirmar que los que ocupan la mesa con vista a la calle se están conociendo.
Pero Roxana y Pablo saben que irremediablemente se están reencontrando…
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe 2019
LobosMagazine 2019
“ Creo que los bares, se deben abrir
para cerrar las heridas
No me sale bien la cuenta de la vida
Donde todo empieza
O me sobran noches o me faltan dias
Donde todo empieza
Todos los minutos que no he estado contigo
Donde todo empieza
Ahora son demonios que viven conmigo
Donde todo empieza
Puedes encontrarme cerca del final
Por qué todo empieza cerca del final.
Creo que los bares, se deben abrir
para cerrar las heridas…”
LobosMagazine 2019 LM™
EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN