María lo vio alejarse y comprobó lo mucho que había crecido su hijo. Hacía mucho que no se tomaba el pequeño tiempo que lleva mirar la espalda de su hijo
A veces no se sabe lo que sucede pero si lo que sucederá. Tal vez como previendo el resultado de un problema no planteado; como un constante movimiento de dudas que giran en la cabeza acerca de cuál será el problema, teniéndolo ya resuelto, fluyendo. Porque todas las cosas fluyen, son pasajeras; porque nada permanece de manera indefinida en el mismo lugar ni con la misma forma, como todo, como la tierra, como el tiempo, como el amor, la vida, la fe, la justicia, el mal…. A veces no se puede estar seguro de tener alguna certeza, y dudas que giran en la cabeza como dados, y tal vez presintiendo que la moneda siempre cae de la otra cara… Tal vez. Pero, como se ha escrito por ahí, que si un árbol gime si lo cortan, que un perro gruñe si lo golpean, también un hombre crece si lo ofenden… ¿será éste un error del “cielo”?, para el que nada es imposible y “piensa” que los hombres hechos a su imagen y semejanza, de su poderoso creador, según han dicho, ¿tienen el mismo privilegio? ¿se puede creer que la gente se arroja a aventuras esperando sólo mediocres resultados? No. Porque la gente aunque tenga fiascos nueve de cada diez veces que lo intenta, siempre desea tener una gran experiencia, un gran logro para sí, aunque sea sólo una vez. Y con sólo eso es por lo cual se mueve el mundo… Tal vez. – DEL EDITOR -
La zapatilla derecha
José Pepe Juliá
—María, llévele esta bolsa a Ricardito, por favor— le ordenó el señor a la empleada doméstica que estaba barriendo la vereda.
Y sin bajarse del auto le gritó mientras aceleraba— ¡¡Dígale que nos vemos a las 8 en el Club!!
Por la marca de artículos deportivos, María supo que en esa bolsa venían las nuevas zapatillas para el niño malcriado de la casa.
— ¡¡Que costumbre de gente adinerada!!— se decía así misma, mientras entreabría la bolsa para constatar que había dos cajas con zapatillas de las buenas.
— ¿¡Cuando dicen zapatillas, siempre se vienen con dos pares!?
Se puso tremendamente feliz sabiendo que dos pares de zapatillas viejas, para sus patrones, irían a reemplazar las exageradamente viejas zapatillas de Raúl, su hijo.
Tiene por costumbre la señora de la casa embolsar todo lo que Ricardito deja de usar y le indica a María que le dé un destino benéfico a todo eso que por solo el hecho de estar usado, dejaba de ser merecedor de seguir siendo utilizado por el único niño de la casa.
Esas zapatillas le vendrían muy bien a Raúl, para jugar la final del Torneo Barrial hoy en el Club, que paradójicamente enfrentará a su hijo con la 9 en la espalda y el hijo de sus patrones en el arco contrario.
El grito de Ricardito desde el balcón de su habitación reclamándole la bolsa, aceleró su ingreso a la casa.
—Ricardito si me podes dar las zapatillas viejas hoy ¡¡Te lo agradecería!!— le dijo María.
Como contestación recibió un gruñido del pequeño mientras le arrebataba las cajas de zapatillas.
Después de limpiar las alfombras, encerar el living y arreglar las cortinas, María se aprestaba a dejar su trabajo. Antes le había recordado a Ricardito el pedido anterior.
Caprichoso como todo hijo criado en la abundancia, recién a la tercera oportunidad en que María le pidió las zapatillas, le dijo que la esperara en la cocina.
Después de demorar unos minutos, apareció Ricardito con las dos cajas—Elegí una— le dijo.
Un poco desilusionada, María, mordiéndose los labios para no decir ninguna barbaridad, tomó una de las cajas y le quiso agradecer el gesto con un beso. La rápida huida del muchacho rechazando el mimo, dio por terminado el acto de “sesión de zapatillas” para el que intentará hacerle un gol en la Final.
Apuró el paso María para llegar a su casa con la caja debajo del brazo. En cuanto llegó, llamó a su hijo y se la entregó.
— ¡¡Esto me lo dieron para vos!! ¿A ver cuánto goles haces esta noche?
Raulito abrió la caja y sacó una zapatilla blanca con la tira roja, que caracteriza la marca.
—Es hermosa, mamá. Está como nueva. ¿Cuántas veces las usó?
—No sé, hijo. ¡Pero ahora son tuyas!— le dijo María, tan agradecida como dolida.
—¡¡Son las dos derechas, mamá!!— se reía.
— ¿Cómo las dos derechas?
— ¡¡Sí, son las dos derechas, mamá!!— comentaba Raúl, mientras se reía a carcajadas.
—Me voy a cambiarle una a Ricardito— dijo María y sin escuchar a su hijo, se fue hasta la casa de los patrones, con una de las zapatillas en su mano.
Llegó agitada después de recorrer, casi en el aire, las ocho calles que la separaban de su trabajo. Le abrió la puerta el chico, que con una sonrisa socarrona le decía que ella había elegido esa caja, en cuanto María terminó de plantearle el inconveniente.
— ¡Pero Ricardito! Si hubiese elegido la otra, eran dos zapatillas izquierdas. Te equivocaste al guardarlas.
—Yo puse así las zapatillas y vos elegiste. Y me tengo que vestir para ir al Club. Chauuu— Y dando un portazo dio por terminado el reclamo.
El regreso a casa se volvía cada vez más triste a medida que se acortaba la distancia que la separaba de su hijo. Entró dando un portazo y se sobresaltó con el ruido. Se preguntó si era ella misma la que estaba profiriendo insultos a Ricardito, a los padres de Ricardito o a la vida misma por ser tan míseros para con ella y su sacrificada familia. En un acto de violencia impropio de su contextura física, arrojó la zapatilla contra la pared. Golpeó en la punta del cuadro de los abuelos apoyado sobre el armario y en el rebote cayó en las manos de Raul que en ese momento aparecía por la puerta que da a los dormitorios. Venía calzando su vieja y desvencijada zapatilla izquierda de color azul y la derecha, de un blanco casi reluciente.
Ver esa evidente diferencia en los pies de su hijo, no hizo más que acrecentar la bronca acumulada tal vez por años. Esa ira, aún no declarada contra quien, quedaba compensada con la contagiosa carcajada de Raulito.
—¡¡Todavía no se con cuál de las dos voy a hacer el gol del campeonato, mamá!!— le decía a María mientras la envolvía con sus delgados brazos.
—¡¡De cábala me voy a llevar las dos en el bolso!!— le dijo, deshaciendo el abrazo con un beso.
El apretón de cachetes de su madre mucho no le gustó, pero lo recibió con un sonoro “Te quiero má”.
María lo vio alejarse y comprobó lo mucho que había crecido su hijo. Hacía mucho que no se tomaba el pequeño tiempo que lleva mirar la espalda de su hijo. Siempre apurada por el trabajo o los quehaceres de la casa. De ningún modo le hicieron sentir la falta de afecto a Raulito. Nunca le faltó el plato de comida, ni la ropa limpia. Nunca le faltó la presencia de su padre para alguna duda de hombres o de María para los mimos que caracterizan a toda madre.
Fallaban en los detalles de lujo. Como un par de zapatillas nuevas, por ejemplo.
Algo que Raulito no le daba ninguna importancia. Como dando a entender que él estaba hecho de buena madera.
Con todo entusiasmo llegaron temprano al Club. Se despidió de su madre que se ubicó en la pequeña tribuna que bordea la cancha techada y fue directo hacia los vestuarios.
Las cargadas de sus compañeros en cuanto entró con sus zapatillas de diferente color, no se hicieron esperar.
—Es para despistar a los contrarios—dijo Raúl, irónicamente.
Un estridente silbato, les indica que el árbitro ya estaba listo para el inicio de la Final.
La tan comentada inocente maldad de los chicos quedó plenamente evidenciada cuando el equipo de Raulito entró a la cancha. Apenas se dio cuenta uno de los contrarios, se lo hizo saber a los demás. El murmullo llegó a oídos de María.
— ¡Pero mire usted, Laura! No me hizo caso Raulito cuando le dije que era una travesura sin ninguna gracia ponerse zapatillas de distinto color — queriendo disimular, le comentaba a la madre de uno de los amigos de su hijo.
—A mí me da lo mismo María— comentaba Laura— ¡Lo que quiero es que le ganemos a estos cogotudos!
Cuando la pelota empezó a rodar todos se olvidaron del calzado de Ricardo. Ahora era el tiempo de disputar la tan esperada Final del Campeonato Barrial.
El vencedor no solo ostentará el orgullo de Campeón. Será además el representante del lugar en el Torneo Zonal, con viajes y experiencias nuevas.
Primer tiempo que se consume en un nervioso y trabajado 0 a 0. Raúl con poco contacto con el balón. Ricardito con poco trabajo debajo de los tres palos.
En el último instante de juego al querer saltar a cabecear el centro que venía de un córner, a Raúl le pisan el pie izquierdo y su zapatilla azul se le acaba de desarmar en el mismo momento en que el árbitro da por concluida la primera mitad. Con la suela en la mano se va Raúl al vestuario. Su sonrisa contrasta con la angustia de su madre en la tribuna.
—Se le terminó el partido—pensó María, cuando su hijo pasó a su lado.
— ¡No te preocupes Má! Ya tengo la solución— le gritó a través del alambrado.
Los minutos de descanso se le hicieron interminables a María. No podía mantener un coherente diálogo con las otras mamás. Se preguntaba que se le ocurriría a su hijo para salir del problema.
Con el árbitro ya en la cancha los equipos vuelven para disputar el segundo tiempo.
Raulito fue el último en aparecer. Lo hizo calzando dos zapatillas blancas. Se supone que los demás se habían percatado que eran blancas. No se sabe si se dieron cuenta de un pequeño detalle. Las dos eran derechas.
María desde la tribuna, en una mezcla de llanto contenido y alegría agridulce, lo saludó a la distancia. Que fue correspondido por su hijo con un beso al aire y con el dedo índice cruzando sus labios le pedía silencio y complicidad.
El nerviosismo que toda Final requiere estaba latente en los torpes movimientos de los jugadores.
Todo indica que el ganador será el que con más tranquilidad ejecute los penales.
Pero a los goleadores nunca hay que darlos por vencidos. Y menos en un partido tan importante.
En una buena acción del 10 sacándose de encima a dos rivales, le deja servida la pelota a Raulito.
Nervios de acero y sangre fría de goleador no le faltan. Con energía le pegó al balón que hizo una extraña parábola que desconcertó a Ricardo, considerado el mejor arquero del certamen.
El gol a solo segundos del final significa el tan esperado triunfo que terminará en la vuelta olímpica.
Fue tan increíble y rara la trayectoria de la pelota que cada uno de los presentes daba su versión:
—Le pegó con un efecto de afuera hacia adentro—dijo uno.
— ¡La punteó con tres dedos!—arriesgó otro.
— ¡Para mí lo hizo con la ayuda de Diosito!—aventuró una señora.
Cuando esta historia se convierta en una simpática leyenda de Barrio, se sabrá, tal vez, que Raulito logró darle ese efecto sorprendente y prodigioso porque su zurda estaba escondida en una zapatilla derecha.
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe 2019
LobosMagazine
EPILOGO
"El hijo de José y María nació como todos los hijos de los hombres, sucio de la sangre de su madre, viscoso de sus mucosidades y sufriendo en silencio. Lloró porque lo hicieron llorar y llorará siempre por ese solo y único motivo."
“Yo no sabía lo que sucedía
Me sentía triste y agobiado
Tan deprimido que tenía la cabeza
llena de pájaros
disecados.
Tengo algo amargo para cada día
Tengo un final para cada verano
Tengo el problema para el resultado.
Soy el autor de mis heridas
¿Qué me importa si es mentira?
La verdad es que me hacen daño
Si el corazón se te hace migas
La tristeza cada día
Viene y come de tu mano
Sé que tengo que olvidar
Este frío mes de enero
Luego volveré a brillar de nuevo.
Luego volveré a brillar de nuevo.
No estoy seguro de tener la certeza
Que la moneda cae del otro lado…”
LobosMagazine 2019 LM™
EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN