No pinta para ser un día normal. Los vaivenes financieros lo tienen de mal humor. El enfoque personal y profesional del artículo que escribió ayer quedó rápidamente desactualizado. Y con esa sensación de que lo llamará su jefe para recriminarle algo.
El es demasiado perspicaz para aceptar que ve esencialidad en lo que no es esencial, pero que también es demasiado débil para no seguir anhelando secretamente la esencialidad. Qué vacío, y que tristeza cuando el hombre, el ser humano no puede tomar en serio nada ni a nadie… -pensaba-
Y pensaba y se planteaba cuál había sido el balance de esta “etapa”, cuáles habían sido realmente las vivencias y las satisfacciones que había tenido por delante y por detrás en su camino; se quedó paralizado al darse cuenta de que había disfrutado bastante poco; al pensar en aquello sintió que se ruborizaba; sí, le daba vergüenza: porque vivir en este mundo tanto tiempo y que a uno le pasen tan pocas cosas es vergonzoso. Lo es?
¿Qué quería decir con eso de “que le habían pasado tan pocas cosas”? ¿al trabajo, a la actuación pública, al deporte, viajes, a las mujeres? Se refería, a todo eso, sí, pero sobre todo a las mujeres, porque era lamentable que su vida hubiera sido pobre en otros aspectos, pero la culpa no era suya; él no tenía la culpa de que su profesión fuera aburrida y sin futuro…dudaba y pensaba, aunque le gustaba, o creía. No tenía la culpa de carecer del dinero para viajar o cambiar de trabajo, aunque creía que le gustaba; tampoco tenía la culpa de seguir practicando deportes, sin sentirlo casi. Pero… el mundo de las mujeres era para él un reino de relativa libertad y por eso no tenía excusas en este sentido; ahí había podido demostrar su riqueza; las mujeres se iban convirtiendo en el único criterio adecuado para medir la densidad de la vida. Tal vez… - DEL EDITOR -
Cap 8
Carla, Carlos y un día de miércoles
José Pepe Juliá
Carla
Miércoles. Día bisagra para la semana oficinista. Para Carla son veinticuatro horas más por vivir. De hecho ayer le dejó escrita la palabra “Miércoles” en la heladera, dándole a entender a Carlos que a ella no le va ni le viene el hecho de estar en el Ecuador de la semana. Tiene muy presente que es el día que Carlos le da tanta importancia como ella al lunes. Por ese motivo no lo contradice. Él le dedicó un “Llorona”, que sin ninguna duda se refiere a las lágrimas dedicadas a la película que vieron anoche por Netflix.
Hoy no esperaba el trabajo a reglamento de los chicos del Subte. Con veinte minutos de demora depositó su humanidad en la Agencia. La primera noticia que recibió la malhumoró. El cliente que tenía en carpeta para hoy, dueño de una importante Compañía de Turismo, adelantó que no asistiría y ello determina que el viaje que viene soñando acompañada de Carlos, quedaba congelado hasta nuevo aviso. Por suerte no le había adelantado nada a su amor. Quería sorprenderlo y la sorprendida terminó siendo ella. Juraba que a sus condiciones profesionales le había aderezado sus encantos naturales, utilizados en su justa medida, para convencer al “Señor All Inclusive” que la Agencia en la cual trabaja es la indicada para el desarrollo de su empresa viajera y ella, el nexo necesario para llegar “A Buen Puerto”. Con estas tres palabras logró impactarlo y son las que sintetizarán la campaña publicitaria, si es que se concreta.
La segunda noticia la fastidió hasta el insulto grosero y mordaz. El permiso de locación para la publicidad de las toallitas femeninas no fue aprobado por el organismo correspondiente y ahora habrá que tocar resortes en otra esfera gubernamental. Eso provocará una demora considerable. Tan indeseada por la empresa dedicada al hermoseo de la mujer para anticiparse a la competencia, como para ella, que verá retrasada la cobranza de la comisión correspondiente a su trabajo.
Llegado el mediodía, con el humor expulsado de su cuerpo, no aceptó la invitación a almorzar que les hizo Eduardo y le dijo a Graciela al oído que no desaproveche la oportunidad de apretárselo antes del café.
Sola en el escritorio, se abocaba a la iniciación de los bosquejos de la campaña para una nueva gaseosa. Ardua tarea. Se hace realmente difícil competir con marcas ya impuestas. En cuanto abrió una carpeta relacionada con el tema, el celular tomó vida. Lo miró y sus ojos se clavaron en el techo como queriendo perforarlo y escapar cual “Supervillana”. El número de su ex, resplandecía en la pantalla reclamando ser atendido. Dedujo que sería algo importante, de lo contrario le hubiese mandado un mensajito o un audio por Whatsapp. Dudó. Pero decidió atenderlo. Siempre le pareció que Luis necesitaba una contención a sus precariedades. Ella ya había renunciado a convertirse en contenedora de hombres. “Hola Carla. Tenemos un problema” arrancó Luis. “Perdón ¿tenemos?”, pensó en decirle pero se contuvo. No quería alargar la conversación. “Nuestro perro no tiene con quien quedarse”. “¿Nuestro? Se preguntó Carla. “Me surgió un viaje a Córdoba y mi vieja está con gripe”. “¿Y?”, especulaba ella al borde del grito. “¿Te lo puedo llevar mañana? Porfis”. No sabe que le molesta más, si la situación o ese “Porfis” que a Luis lo vuelve a ubicar en las profundidades de sus momentos infantilicios. Una de las tantas causas por las cuales se rompió la relación.
Como siempre, fue Carla la que tomó la decisión de encauzar la conversación. Tomó aire y le dijo “Mirá Luis, te voy a enumerar por orden de prioridades las conclusiones a las que llego después de escucharte”. “A ver, a ver” le dijo un Luis con entusiasmo escolar. Como si esperara una explicación pedagógica. A Carla le dio un poco de pena, pero tenía que ser enérgica. “Luis. Primero: No tenemos un problema. Tenés un problema. Segundo: el perro es tuyo. Yo lo acepté porque lo tomé como que venía en un combo. Luis y Luisito en la Caja Feliz ¿me entendés?”. El silencio del otro lado, la lleva a deducir que es un sí. “Y tercero: Le das a tu mamá un té con mucho limón y miel con doble dosis de antigripales o le enseñás a Luisito a ladrar en cordobés”. Ingenuo Luis le pregunta si todo eso significaba un no. Le cortó sin responderle.
Si tuviera que presentar un currículo sentimental, obviaría a Luis sin dudarlo y justificaría esos casi dos años, mintiendo un curso de monja por correspondencia.
Próxima a completar el día laboral, Carla, que siempre es un relojito en eso, dejó de preocuparse. Sus días más femeninos, atrasados tan solo veinticuatro horas, volvía a tranquilizarla. Se prometió comunicárselo a la brevedad a Carlos para evitarle falsas expectativas.
Carlos
Para Carlos el miércoles es como doblar la esquina y encontrarse con los preparativos del fin de semana. Que empiezan exactamente esta noche con el fútbol de amigos, sigue mañana cenando con su madre y el viernes, noche de salida con Carla. Esta vez la invitará a un restorán de comida vietnamita. No tiene la menor idea de la gastronomía de ese país. Pero se dejó llevar por la sugerencia que Susana le proponía al admirador de turno a través del celular. Él sabe que su compañera, cuando quiere ser indiscreta, eleva la voz para que la escuche. Esta noche cenaría acompañada entre aires y platos orientales. “¿Cuándo me vas a invitar vos?” le preguntó, mirándolo con voracidad.
Carlos está demasiado cerca de Susana. De los doce escritorios que conforman la Redacción, el de ellos son los únicos que están enfrentados y pegados como si fuesen uno. “Te propongo inaugurar una mesa de trabajo”, le dijo en cuanto Carlos ocupó por primera vez la silla del que fuera su antecesor en la sección económica. De esto hace seis meses. Susana desde un primer momento le echó el ojo por su figura y su introversión. Carlos sí que sabe lo que siente una mujer acosada.
No pinta para ser un día normal. Los vaivenes financieros lo tienen de mal humor. El enfoque personal y profesional del artículo que escribió ayer quedó rápidamente desactualizado hoy, con los movimientos bursátiles del mundo y que repercuten en el ámbito local. Algo que según él, no debería influir. Está esperando que su jefe lo llame para recriminarle algo.
La llegada de Aníbal a las apuradas para cerrar la sección deportiva lo saca de esa especie de “autismo” en el que había caído, al tratar de pergeñar respuestas a preguntas que aún no le han hecho.
Al tocarse el tema fútbol recuerda que tiene que llamar a Javier para asegurarse que no vaya a faltar a la cita con los muchachos en el Club. Le pidió un segundo al “Gordo” y llamó. La voz de Javier dejaba entrever ciertas dudas sobre su presencia esta noche. Haciendo honor al título de “Playboy del Grupo”, le informaba que tal vez hoy no sería de la partida. Adelantándose al finde se estaría fugando con una señora adinerada, que sería huérfana de esposo hasta la semana que viene. Dos razones esgrimió Javier para el posible faltazo: un yate anclado en el Tigre y dicha señora al mando del timón con rumbo a Punta del Este. Conociéndolo como lo conoce Carlos sabe que tiene que buscarle un reemplazante urgente. Antes de cortar con Javier, lo mandó a la mierda. Respiró hondo y llegó a la conclusión que su bronca tenía resabios de envidia. “Pero sana” se dijo a sí mismo, amortiguando esa sensación. Rápido de reflejos y sin pensarlo, arrebatadamente le preguntó al Gordo si se animaba a jugar al fútbol esta noche. “Contá conmigo. Dame la dirección”, le respondió Aníbal con una sonrisa infantil y agradecida. Tan agradecido estaba que se ofreció a traerle un café.
La que no dejó escapar la oportunidad de martirizarlo un poco más fue su compañera de escritorios al quedarse solos. “Si me ofrecieras jugar a mí, yo te hago de arquera, jueza de línea y relatora. Tengo un cubrecama verde que puede ser nuestro césped, señooor”. Sonrió Carlos. Cada vez que le dice “Señooor”, agregando más de una “o”, le provoca cierto cosquilleo que le corre por el cuerpo, como cuando sentía los primeros devaneos de su adolescencia. La mira a los ojos, negros y profundos como sus intenciones y la redescubre bella y apetecible.
El resto del día se la pasó esperando el llamado de su jefe. Algo que nunca ocurrió. Le dio una a mano a Ricardo en la sección “Espectáculos”. Casi media tarde les llevó elegir una sola foto de las doscientas que entregó el fotógrafo. Se confirmaba el romance más controvertido del ambiente artístico. Dos señores actores, estrellas de teleteatros con alto rating, mostrando su hombría, habían decidido salir del placar y blanquear su relación. En las fotos se muestra la sorpresa en sus rostros. No hay dudas que son buenos actores. La sesión de fotos había sido pactada días atrás. El descubrimiento de amor correspondido con encendidos besos y caricias incluidas. Otra vez la complicidad de los medios y los protagonistas de los hechos adulterando tiempos y verdades a medias.
A minutos de emprender el regreso, tiene que soportar la sonrisa pícara de Aníbal al comentarle maliciosamente que si no llega a tiempo vayan empezando el partido sin él. Seguramente se demorará más de lo debido al tener que alcanzar a Susana a un evento de reivindicación femenina.
En realidad, más que sonrisa pícara la de Aníbal, a él le daba pena, esa cosa… pegajosa, babosa. Lo que a veces le hacía preguntarse “que hago aquí?”, “que estará haciendo Carla?”. Se sentía como asfixiado y también sentía que sólo quería estar con ella. Su piel, su aroma, su voz, su respiración. Quería su terapia. Quería algo de calma, pero…
Está pensando en que éste, terminará siendo un día de miércoles…
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe 2018
Tal vez no
“Tal vez juguemos toda la vida aquí
Donde la asfixia no puede batir
No morirá lo que puede sobrevivir
A una terapia de amor intensiva
Lo sucedido nos lastima
Nuestro pasado… nos suele matar
Credulidad
Solo puede sobrevivir
Nuestro amor en terapia intensiva…”
LobosMagazine 2018
EDITOR: JOSE LUIS SAN ROMÁN