Rodolfo estaba convencido que él era el testigo que buscaban unos abogados. Ya había pensado que era su vocación, cuando estaba parado frente a la vidriera de esa tienda de lencería erótica y ..
Jura mentir la verdad y solamente la Verdad ?
A Rodolfo le pareció encontrar su vocación frente a una vidriera de lencería erótica. Fué cuando caminando por la vereda del sol, se detuvo a mirar la hora en el celular y al levantar la vista le impactó la mirada provocativa de la muñeca tamaño natural a través del vidrio.
No supo si fué por el color ébano de su simulada piel o por la escasez real de su vestimenta. Avergonzado, dió media vuelta y se topó con un individuo que con total atrevimiento lo obligó con prepotencia a recibir uno de los volantes que estaba repartiendo.
"Si usted fué testigo del accidente ocurrido el 18 de julio, en las intersecciones de las calles Arregui y Chivilcoy, por favor presentarse en el Estudio Jurídico Müller, Matielski, López y Asociados". Leyó de corrido y cuando estaba por tirar el papel, dos palabras en menor tamaño, le llamaron la atención: " Será Recompensado". Unos mangos en los bolsillos, tan desocupados como él, no le vendrían mal. Las calles mencionadas estaban cerca y el accidente había ocurrido tres días atrás. El único inconveniente era que él no estuvo en el lugar del hecho; como siempre dice Osvaldo, su cuñado, que es un entusiasta lector de la sección Policiales de cualquier diario que caiga en sus manos. Ser testigo de accidentes podría ser una buena salida laboral, ausente en su vida desde hace un tiempo.
Guardó el volante. Estaba a dos cuadras de Arregui y decidido las caminó. Otros doscientos metros lo separaban de Chivilcoy. En cuanto llegó, entró a la mercería de la esquina y haciéndose pasar por un periodista, estuvo al tanto hasta de los más mínimos detalles del accidente, gracias a la elocuencia y minuciosidad de la vendedora y su punto de vista. Después de tantos detalles salió convencido que él, era el testigo que estaban buscando los abogados. Desarrugó el volante y cantó Bingo!, cuando leyó la dirección del Estudio. Tres calles lo distanciaban. Vaya barrio, pensó. Todo tan cerca y nadie vió nada.
La mañana ya rozaba el aroma del mediodía. Apuró el paso para asegurarse ser atendido antes del primer mordisco.
Lo recibe una secretaria y en cuanto le dice que vino por el volante, sin pérdida de tiempo, lo hace pasar a un salón donde bibliotecas de roble con libros prolijamente ordenados cubren las paredes. Una mesa enorme y varias sillas completan el ambiente. Al mismo tiempo aparecen por una puerta tres hombres impecablemente vestidos. ¿Serán los abogados? se pregunta y la respuesta le llega de boca del que se sienta a la cabecera. Dice ser el abogado López y señalando a ambos lados a la vez, sin ninguna exactitud bautiza a Müller y a Matielski.
López le pide que recree su testimonio. Haciendo uso de su memoria, lo único prodigioso que le queda por ostentar, relata cinematográficamente el hecho que nunca vió sinó a través de los ojos de la vendedora. Después de diez minutos de exponer, incluso aderezando detalles con algún toque personal, López le hace una seña para que se detenga. Los abogados se reúnen, juntando sus cabezas y murmurando al mismo tiempo. Deduce que Müller es el de cara rojiza y cabellera rubia y Matielski es el que lleva la kipá en la cabeza.
Después de algunos minutos de tertulia jurídica, por lo que pudo escuchar a medias, López mirándolo a los ojos le dice autoritariamente que se olvide de todo. Que no habia visto nada de lo que vió. Señalándole una carpeta apoyada desde un primer momento en la mesa y que habia pasado desapercibida para él, le ordena que memorice hasta los puntos y comas. Le subraya que la recompensa será jugosa.
El jueves que viene su declaración dejará muy en claro que el prestigioso cliente del Estudio Juridico López, Müller, Matielski y Asociados es completamente inocente en el accidente que se lo involucra.
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe
2017