Se puede esperar que la clase política lidere transformaciones? Son ellos los beneficiarios de este enorme desmadre. Se puede?
La inexplicable tolerancia a los incompetentes (familiares o no)
Ha vuelto al ruedo y viejo, desgastado y recurrente “debate” (que nadie debate) sobre estas nuevas versiones del nepotismo. Esa antigua costumbre de la política de contratar familiares en cargos para la función pública, sigue intacta. Y pasa algo que de tan común, sólo salta a la vista lo que se llama nepotismo, es decir familiares, parientes y demás.
Ha habido por estos días muestras a nivel gobierno nacional, de la cual cada uno tendrá sus opiniones. Pero es evidente que esta inagotable característica en muchos de los llamados dirigentes políticos, goza de muy poca transparencia, más aun cuando se lo oculta y se preocupan que nadie lo divulgue demasiado. Puede ser esto una decisión cuestionable desde el punto de vista ético? Sí, y sobre todo cuando se conoce que existan personas más preparadas para esos puestos que implican tener un bagaje de ciertos conocimientos técnicos y/científicos.
Este accionar por supuesto que sigue su curso como si nada, y aún más, se ha ido mejorando por medio de nuevos ardides, más ingeniosos, que ha permitido abrir un abanico y ampliar el campo de acción. Hijos, hermanos, primos, hasta padres y sobrinos, son una opción. Sin pudor y con cinismo ( podría ser el slogan, si hicieran un partido nepotista), se utilizan los llamados “espacios femeninos” para proponer/imponer esposas, hermanas, primas, madres e hijas, y hasta amantes si cuadra, total…, para colar en ese indignante “cupo de género” disfrazado de conquista social. Para ellos la mujer es un relleno; y si es capaz... “seguro es conflictiva”…no?
Hasta ahora el enfoque dado a este tema, siempre ha sido tratado de costado, alevosamente. Unos y otros siempre han intentado, llevando agua a su molino, generando un clima medio raro, particular y por supuesto utilizando esto con un sentido demagógico inocultable.
Seguramente, y es importante destacar, que puede ser y muy entendible que un familiar o pariente, esté muy bien preparado, formado y capacitado. Y en temas de extrema confianza hasta podría ser un mérito valioso.
Ahora bien, lo llamativo de esta cuestión hipócrita, y que es el nudo de la cuestión, es que se ignore, se deje de lado el verdadero problema, el que impacta de lleno en los ciudadanos; el núcleo, una espiral de desdén, que es la ineficiencia propia natural del Estado en todas sus formas. Por ahora no hay muestras de otra cosa.
La incapacidad a todas luces y a la vista de sus miembros para resolver asuntos y su inmovilismo dilapidador es la verdadera tragedia. Parece que nadie estaría dispuesto a cuestionar esa eterna discrecionalidad política cuando se trata de designar a integrantes de todos los niveles, ni tampoco en revisar esos patéticos métodos para seleccionar a funcionarios de mayor rango, ahí es peor. Esa infinita inoperancia es alimentada por esos métodos, que generan filtraciones, fisuras (no vamos a usar la palabra grieta, para que pueda ver “Intratables” tranquilamente por TV y no se confunda) por donde se cuela de alguna manera y siempre la corrupción. Y ser un inoperante y cobrar por ello también lo es, o sea decir un corrupto. Se filtra el favoritismo, los fervores y el “felpudismo partidario”, y que tenemos? Que la mediocridad se impone a la excelencia, siempre y lamentablemente. Por supuesto que hay islas, casos aislados de muy buenos empleados de lo que podemos definir como carrera laboral en algún estamento del Estado, y que cumplen con lo que pueden y creen razonable y ético, los hay y por ellos se sostiene el resto del despilfarro. Son muchos y anónimos, no están por favoritismos, ni amiguismos, están porque son trabajadores.
Sería demasiado pedir, demasiado sofisticado pretender que alguno intente una jerarquización de la gestión de los servidores públicos. Que cumplan concursos y exámenes de calidad en los que demuestren sus talentos para el trabajo que tienen que cumplir?
Retomando el eje, y observando ese “poder de”, para proclamar funcionarios se agrega una inescrupulosa práctica de hacerlo sin ningún tipo de criterio, razonable obvio.
Cuando se trata de colaboradores más cercanos y que tendrían mayores responsabilidades, es mucho más grave, preocupante y costoso. Elegidos sin sensatez, método profesional alguno, ni hablar si realmente puede alcanzar un estándar básico para cumplir esa función.
Con un panorama así, los resultados de un proceso no ordenado son más que predecibles. Donde un grupo de personas, con escasa preparación, que nunca trabajó en equipo, con conocimientos difusos, de la cosa pública y la política bien entendida (es importante resaltar que no es un tema de academicismo o de horas de “estudio”, se trata de profesionalismo que es muy distinto) no puede lograr nada de lo que pueda estar orgulloso. Esta mezcla, ese “combo” sin ningún tipo de justificación, que ninguna persona de bien puede llegar a defender sin “ponerse colorado”, permanece ahí, como si nada, indemne, donde nadie, absolutamente nadie proponga una reacción, una reforma profunda que modifique el rumbo, algo al menos.
Puede esperarse que la llamada “clase política” reaccione por sí y haga algo? Alguna transformación. No. Porque son ellos los principales beneficiarios de este enorme desborde. Por lo menos hasta que demuestren lo contrario.
Y ese caos es el caldo de cultivo perfecto, que los habilita sin ningún tipo de límites para “hacer lo que sea necesario” y “acomodar” su tropa sin pasar por filtro alguno. Entonces pasa eso difícil de comprender, desde lo racional, esa “actitud ciudadana” de enojarse ante la designación de parientes de políticos, de ciertos políticos y se pasa por alto la gran cantidad de inútiles que habitan y proliferan y pululan en todos los ámbitos de las administraciones estatales, a nivel nacional, provincial y municipal, el más visible éste último, el municipal, el día a día. Y vemos como la sociedad se ofende por lo burdo de los casos de nepotismo, y admite liviana y mansamente que miles de agentes y funcionarios públicos políticos, trabajen sin ganas, sin compromiso, abusando de una maraña de ridiculeces legales que lo permiten. La carga de todos los que no hacen o incumplen su función, la llevan miles y miles de trabajadores que diariamente cumplen con su trabajo y cargan en su mochila el trabajo de los incompetentes.
Mientras el ciudadano, el contribuyente no comprenda la gravedad del asunto, del cómo impacta en sus vidas y bolsillos esta perversa maquinaria y los pésimos servicios que recibe del Estado nacional, provincial y municipal, como una supuesta contraprestación por los grandes e impagables, a veces, impuestos y tasas, que abona, nada bueno sucederá.
Lo inadmisible tiene que dejar de ser natural de una vez por todas
Resulta insoportable, con tanto desdén, la lista de situaciones inaceptables con las que hay que que convivir. Seguirá todo igual, hasta que eso no ocurra, hasta que el ciudadano deje de aceptar eso. Reaccionar televisivamente ante la presunta inmoralidad que resulta la presencia de familiares en gabinetes y funciones políticas y por otro lado se acepta mansamente que una gran cantidad de funcionarios con atribuciones, siendo totalmente incompetentes, estafen a los ciudadanos contribuyentes a mansalva no es una postura demasiado inteligente. Si la gente, los ciudadanos, no tienen una postura y una decisión tomada de ser realmente exigente con los niveles de competencia y eficiencia de los servidores públicos, seguirá cayendo en la misma trampa, el mismo error de minimizar lo importante. Es entendible que ciertas determinaciones, decisiones políticas incomoden a una sociedad y que se vean o perciban como un atropello, una falta de respeto. Pero lo peor, lo más difícil de entender es la inexplicable tolerancia con los incompetentes, que usted paga.
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