El hombre que mezcló la música cubana con el jazz en pleno embargo "gringo" cuenta su historia antes del arranque del XV Panamá Jazz Festival
Chucho Valdés, el hijo de Cuba y el jazz
Por Daniel Alarco
Desde Panamá (*laestrella)
13 enero 2018
Su sonido en el piano es rítmico, sofisticado y con fusión. El hombre que mezcló la música cubana con el jazz en pleno embargo “gringo” cuenta su historia antes del arranque del XV Panamá Jazz Festival, desde este 15 de enero hasta el 20.
"Nunca te detengas" le dijo una vez Dave Brubeck en La Habana, siendo aún casi un niño... y así fué
En un cabaret de La Habana, Jesús espera el concierto principal de la noche. Al niño de diez años lo trajo su papá, Bebo Valdés, que trabaja aquí como pianista; pero esta noche tocará alguien mucho más joven que él, Sugar Chile Robinson, un niño prodigio del jazz que viene de Estados Unidos. Para matar el tiempo, Jesús entra al camerino de los músicos, se sienta en el piano con su papá y tocan a cuatro manos el mismo tipo de música que interpretará más tarde el pequeño norteamericano: boogie-woogie. En ese instante, el dueño del local entra al cuarto y ve a la familia cubana en acción. “Bebo, esto es fantástico, vamos a hacer el dúo con Sugar Chile Robinson. La semana que viene, van a tocar los dos en el show”, dice Martin Fox. No cualquiera tocaba en ese lugar, pero a los diez años, Jesús - Chucho – ya tenía su primer contrato para tocar, a dúo con una figura extranjera en el Tropicana.
“Como dijo Leo Brouwer, la música es como un eterno espiral. No tiene fin, hay que estar ahí, hay cosas nuevas, hay que estar investigando si de verdad quieres alcanzar algo”
“Los recitales terminaban a las dos de la mañana y cuando llegué a casa mi mamá estaba súper enfadada”, recuerda el hoy ganador de nueve premios Grammy, Jesus Chucho Valdés, 66 años después de aquella escena. Su mamá lo dejó sin contrato, ni show, ni Tropicana, y le recordó que a la mañana siguiente tenía que ir temprano a la escuela.
“Cuando uno empieza a trabajar muy temprano, se va desviando, te pagan dinero y te olvidas de los estudios. A los diez años es una gracia, a los 20 eres un músico mediocre que no ha estudiado, por eso le doy las gracias a mi madre”, dice en una entrevista telefónica Valdés, uno de los máximos referentes de la fusión del jazz y la música cubana, e invitado especial del XV Panamá Jazz Festival, que arranca el próximo lunes.
El Piano Cubano que burló el embargo
Veintiséis años después de su primera oferta en el cabaret Tropicana, el bloqueo del gobierno de EEUU contra Cuba era inminente. Pero la música de Chucho Valdés burló aquel obstáculo. Corría el año 1977 cuando el enigmático trompetista Dizzy Gillespie orquestaría un crucero de jazz con dirección a La Habana.
La idea era simple: tocar con los músicos cubanos. Y dos años más tarde “mágicamente real”, como describe Zöe Anglesey, la cadena CBS aerotransportó un estudio de grabación completo para grabar un disco de larga duración en la isla, titulado Havana Jam.
El pianista Chucho Valdés, formado en música clásica y seducido por la música popular cubana y el afro jazz, prendió la fiesta de esa primera cara del álbum con su banda Irakere, uno de los proyectos más legendarios del latin jazz. En la trompeta estaba Arturo Sandoval y Paquito D´Rivera en el saxo, quienes aparecen también en el tercer lado del disco con Irakere y comparten lugar con Stan Getz, Dexter Gordon, Cedar Walton, Percy Heath, Joe Zawinul, Jaco Pastorius, Wayne Shorter, Peter Erskine y Tony Williams.
“Mi papá fue mi primer maestro, fue el primer músico que me influyó muchísimo cuando tenía 8 años. Tocaba como mi padre y era lógico porque era mi punto de partida. Un día me dijo: “Chucho, eso está perfecto, pero dentro de eso tú ve buscando a Chucho”, admite Valdés, quien frecuentaba el Tropicana para ver a grandes exponentes del Jazz, como el propio Gillespie, el contrabajista Ray Brown y el pianista Nat King Cole, quien fue un buen amigo de su papá.
Es un proceso que no es de un día para otro, empecé a escuchar otras influencias y fui llegando a ese punto. Creo que el primer Chucho fue “Mambo influenciado”, que escribí cuando era muy joven, agrega.
Mambo Influenciado, es uno de los clásicos del latin jazz que respaldan la categoría del maestro Chucho Valdés. Un claro referente de la mezcla entre música cubana, blues, clásica y jazz. La composición plasma con precisión la identidad del músico nacido en Quivicán en 1941, una fusión con una fuerte esencia rítmica interpretada de manera sublime, al punto de la sofisticación.
Un año antes de que grabara en el crucero del jazz de Gillespie, Valdés e Irakere ganó su primer Grammy a mejor álbum de jazz latino por Misa Negra, el cual no pudo recibir hasta que el ex director de CBS y Blue Note Records, Bruce Lundvall, se lo entregó personalmente en Cuba a Chucho diez años después.
Desde entonces, ha sumado en total seis Grammy Awards y tres Grammy Latinos, honrado con múltiples doctorados y ha participado en la grabación de más de 90 discos, entre los que más destacan Lucumí (1986), Solo Piano (1991), Pianissimo (1997), Babalú Ayé (1999), Boleros Inigualables (2000) y Border Free (2013.
Sobre el espíritu de la música que ha desarrollado a lo largo de su carrera, Chucho le dijo a la investigadora colombiana Adriana Orejuela una frase que cristaliza con acierto su objetivo.
“Todos los que habían experimentado con los tambores Bata habían llegado a un límite y se detuvieron porque no era rentable, no se vendía, etc. Y comenzamos a tomarlo desde allí. Hagamos algo muy universal, lo universalizaremos con elementos de jazz. Entonces pensé en desarrollar esto para el Festival de Jazz Jaboree de 1970, así que mezclamos la Misa Negra con cantos yoruba, con oraciones en ese idioma, los rituales, era un escándalo porque ese día Dave Brubeck´s Quartet cerraba el espectáculo y nos escuchó. Éramos muy jóvenes, estábamos asustados. Cuando Brubeck terminó nos mandó llamar, nos dio un abrazo y me dijo que lo que estaba haciendo era una nueva forma de desarrollar la música afrocubana y su fusión con el jazz. El dijo: nunca te detengas. Fue la mejor recompensa, más que el aplauso del público. Fue lo que me animó a seguir haciendo ese trabajo y también a expandirlo. Entonces la idea de Irakere nació de esto”, le diría a Adriana Orejuela.
Y hoy su pensamiento es el mismo: la constante búsqueda de nuevos ritmos, la experimentación y libertad para crear sobre el teclado un lenguaje que recorre desde lo más profundo de sus raíces caribeñas y africanas, hasta lo más contemporáneo y fluido del jazz.
Una Profesión sacrificada
Su primera visita al Panamá Jazz Festival fue en 2009, cuando vino junto al saxofonista Wayne Shorter y recibió las llaves de la ciudad, de manos del entonces alcalde Juan Carlos Navarro, una distinción que Valdés recuerda como “uno de los honores más grandes en toda mi carrera”.
Para este 2018, su repertorio incluirá una selección de los últimos discos. “Por supuesto, voy a llevar música nueva también”, comenta, además de versiones de algunos temas de música clásica, tocadas con un estilo más afrocubano.
Valdés ha destacado la organización y el ambiente que crea el Panamá Jazz Festival y anuncia que sus músicos están muy contentos por volver al igual que él. Además al ser educador en el Instituto Superior de Arte de La Habana y varias universidades del mundo, señala que actualmente hay muchos jóvenes haciendo “cosas increíbles, con un sonido y una voz propia” que todavía no son conocidos y generalmente utilizan ritmos afrocubanos. Y en este contexto agrega, es muy importante que se formen académicamente, una labor que el festival en Panamá se ha esforzado por llevar adelante a través de la Fundación Danilo Pérez.
“Esta es una carrera muy seria y aquí no se puede parar. Si lo vas a hacer, hazlo bien y tómalo en serio o no lo hagas”, advierte Valdés.
“Como dijo Leo Brouwer, la música es como un eterno espiral, no tiene fin, y hay que estar ahí, hay cosas nuevas, hay que estar investigando si de verdad quieres alcanzar algo”, dice el maestro, quien compuso la banda sonora de varias películas, como El Café y Esteban, y participó en el documental Calle 54.
La forma de composición de un ícono.
El jazz se basa principalmente en la improvisación, a pesar de que hay arreglos en los que se escribe la música. Así empieza describiendo el embajador de Buena Voluntad de la FAO ante la ONU, Chucho Valdés, su método de composición en una entrevista con Lucas Iglesias Kuntz para la UNESCO.
La improvisación, explica Valdés, se le llama “pie forzado” en cubano. El procedimiento empieza con una temática que se le da a los músicos y, basados en esto, interpretan una improvisación.
“También escribimos las armonías y varias melodías de acordes que deben ser tocados, mientras aún se le da rienda suelta a la creatividad de cada uno”, añade este reconocido pianista de jazz. “Personalmente, practico todos los días para establecer las bases rítmicas de mis continuas experiencias con las raíces del jazz afrocubamo: una mezcla que incluye tambores yoruba y batá (del pueblo yoruba de Nigeria, Togo y Benín), la conga cubana.
Es decir, el maestro Chucho Valdés explora constantemente los ritmos de la música con esencia africana y, a partir de estas bases, van surgiendo diferentes armonías y melodías que conjuga en el piano.
“Estos tonos polirítmicos son perfectos para definir una línea rítmica sobre la cual improvisar, o una línea melódica donde la fusión de instrumentos de metal. O incluso el piano, puede conducir a la improvisación”, detalla el fundador del icónico grupo Irakere, que significa “bosque” en yoruba.
A partir de ahí, concluye, todo lo que se necesita es profundizar más, porque estos arreglos musicales son una base escrita sobre la cual uno puede desarrollar su propia improvisación.
En otra entrevista con Bombmagazine, al final de los noventa, Zöe Anglesey le comenta que el público en Estados Unidos está consciente de que la salsa estaba pasada de moda, a lo que Valdés respondió “La salsa está muriendo debido a su repetición” lo que dejaba a una audiencia ávida de escuchar nuevas propuestas que mezclaran la música afrolatina con la europea, un fenómeno que en Cuba sucedió con mucha fuerza en la década de los sesenta, después de la revolución cubana.
Desde entonces la música se ha desarrollado mucho, especialmente los ritmos cubanos. Los estilos de música han cambiado, y después de 1959 realmente comenzó a pasar todo rápido. De repente, de un día para otro, los ritmos tomaron diferentes formas, y eso se debe principalmente a los percusionistas. Ellos son el elemento más fuerte de la música cubana”. De hecho, fueron estos músicos quienes desarrollaron en los sesenta ritmos de Mozambique, junto a otras esencias rítmicas que ahora son propias de la isla caribeña.
Jesus “Chucho” Valdés, el brujo del Latin Jazz
Dionisio Jesús Valdés Rodríguez, nacido en Quivicán en 1941, es hijo del maestro pianista de jazz afrocubano Bebo Valdés (1918- 2013). A los tres años ya tocaba “The dairy cow” en el piano con un dedo. Se graduó del Conservatorio Municipal de Música de La Habana a los 14 años. A los 15 años formó su primer trío de jazz con Emilio Monte y Luis Rodríguez. En 1973 funda Irakere (bosque, en yoruba). Ha tocado en innumerables festivales y escenarios alrededor del mundo, incluida la Casa Blanca en EEUU, y próximamente el Tchaikovsky Concert Hall en Rusia, después de presentarse en el XV Panamá Jazz Festival 2018 entre el 15 y 20 de enero.
y un regalo para el cierre:
lobosmag.com 2018
San Salvador de Lobos
Argentina