Los problemas empiezan cuando se fragua una velada alianza entre informadores y políticos para manipular a la opinión pública.
No vamos a descubrir la pólvora a esta altura del partido, y le vamos a agregar una obviedad incontrastable, y esto es que “la información libre e independiente es un mito”, pero… siempre hay un pero, es sabido que hasta en el más inimaginable y obsceno cambalache hay límites que no deben ser sobrepasados. Y ese mirar y seguir exclusivamente hacia el político, el poderoso supuesto o real, el banquero o aquellos grandes anunciantes que hoy día se cuentan con los dedos de una mano; y esto ha llevado a los medios, a los diarios más precisamente a un callejón sin salida. El depender del “Poder” no es compatible para nada con cualquier modelo de negocios proyectado a largo plazo, y mucho menos aun en un entorno tan cambiante, en el que los viejos grandes paradigmas han volado por los aires, y esto por más que les pese y moleste a los llamados “periodistas de raza”, que no alcanzan a comprender. Hace un tiempo un director editor de un diario en una reunión se preguntaba y confesaba el por qué su modelo, su modelo-esquema de suscripciones fracasaba estrepitosamente, la respuesta fue tajante: “deberías dejar de hacer política”. Y esto no indica que el público sea tacaño o más descriptivo decir que es pijotero o no tenga en claro que por un producto se paga, lo que sí sucede es que la calidad y la seriedad prometida como un dogma, y al menos algo de inteligencia, están enterradas bajo toneladas de corrección política, de pacaterías, de miedo por qué no?, de chucherías partidistas sin valor racional o intelectual alguno, de muy corto recorrido y bajo vuelo y de fulanismos de pertenencia.
En la película El Gran Carnaval, el personaje principal, interpretado por Kirk Douglas, que se ha ofrecido como reportero en un pequeño diario local de Nuevo México asevera:
“Sé cómo conseguir todo tipo de noticias y, si no hay ninguna, salgo a la calle y muerdo a un perro”
La mala imagen y desconfianza también que muchos periodistas o llamados periodistas suscitan en muchos países, como elementos de poco fiar, aprovechados y oportunistas, manifiestan muy bien, salvo algunas excepciones, y también se da en la prensa argentina en general, con un descrédito solo comparable al de la clase política. La decrepitud de estas dos profesiones van en paralelo, como si el periodismo y la política, lejos de mantener las distancias, hubiesen llegado a un entendimiento, el de manipular como sea y a cualquier precio a la opinión pública.
Los problemas empiezan cuando se fragua una velada alianza entre informadores y políticos para manipular a la opinión pública.
No se puede desconocer que desde siempre, y no sólo en Argentina, ha existido el periodismo partidista, si se quiere, algo aceptable, siempre y cuando utilice la misma vara para medir a todos, y no consientan a los suyos actitudes y conductas que no tolerarían al adversario. Y el problema surge cuando se fragua una velada alianza entre informadores y políticos para mantener al ciudadano acorralado dentro de los márgenes de su tramposo y estrecho campo de juego.
Periodismo, Libertad y Mentira
Albert Camus (1) ha dicho alguna vez, que la prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, sólo puede ser de mala calidad. Y es que cuando no existe libertad solo hay lugar para la mentira y la manipulación, nunca la información veraz, tal como muestran las dictaduras.
Así y todo, siendo necesaria, la libertad no es suficiente para generar una prensa de calidad ni un público exigente. La libertad implica, para el informador y para el público, la posibilidad de elegir entre la incómoda verdad o la reconfortante mentira, algo que en la mayoría de las veces desemboca en una dependencia mutua de la mentira. Y así el periodista proporciona sólo aquella información que su público esté dispuesto a consumir, casi siempre aquello que le hace sentir bien, o no lo compromete convirtiéndose en alguien no fiel a la verdad sino a la demanda ideológica y la comodidad.
Calidad Informativa y Calidad Democrática
Jean-François Revel (2), explicaba que las sociedades abiertas son a la vez causa y efecto de la libertad de informar y de informarse. Pero lamentablemente, quienes recogen la información parecen tener como principal objetivo falsearla; y los receptores evitarla. Y aunque se apele al deber de informar y al derecho a la información, la voluntad de los periodistas para ejercer este deber es tan escasa como el interés del público en ejercer este derecho. Informadores y público fingen respetarse cuando no hacen otra cosa que temerse y despreciarse.
Puede observarse sólo en las sociedades abiertas, y medirse el auténtico celo en decir la verdad y aceptarla, porque el único obstáculo que deben vencer son ellos mismos. Y eludir la verdad redunda a la larga en su perjuicio: “la democracia no puede sobrevivir sin una dosis mínima de verdad”.
El Periodismo en Argentina, peor aún.
El escritor, filósofo y periodista G. K. Chesterton(3), de principios del siglo XX, ha dicho una vez que el periodismo consiste en informar que “lord Jones ha muerto” a personas que ni siquiera sabían que lord Jones existía y estaba vivo, algo que no es precisamente un elogio a la prensa. Sin embargo, en Argentina, la prensa podría incluso informar que alguien ha muerto, estando vivo y más fresco que una lechuga. Porque aquí la degradación del periodismo ha alcanzado cotas inauditas. El sectarismo, el servilismo, y la manipulación dominan una profesión que ha unido su destino al de la clase política, al dinero y a los intereses de las grandes empresas sin apenas disimulo.
Por décadas y décadas fue surgiendo en Argentina una prensa que estableció malsanos vínculos con el poder político, relaciones basadas en intercambio de favores.
Por décadas y décadas fue surgiendo en Argentina una prensa que estableció unos malsanos vínculos con el poder político, unas relaciones basadas en el intercambio de favores, la corrupción, la utilización de la información como moneda de cambio para obtener ventajas, prebendas o subvenciones: “Escribo bien de tu gestión e ideas y a cambio me suministras secretos, confidencias, y algo más”.
Tenemos que la relación del periodismo con la política y las grandes empresas estuvo cortada por el mismo patrón, dada la borrosa frontera que existe en Argentina entre lo público y lo privado. Y queda que el mercado de publicidad, alejado de la competencia, fue copado por unos pocos anunciantes cuyo negocio estaba subordinado a decisiones políticas.
El resultado en consecuencia fue y es, que el poder y la prensa fueron tejiendo una malsana red de relaciones clientelares, de intercambio de favores y confidencias, una connivencia basada en reglas sobreentendidas, poco transparentes, que determinaban el tipo de información que se difundiría y el tratamiento de las noticias. Una situación fuera de toda lógica de mercado, donde algunos periodistas ganaban y ganan más por callar que por escribir.
Resultado: el periodismo desarrolló así una grave adicción al maná llovido del Poder mientras la información se convertía, no en un servicio abierto a los ciudadanos, sino en un recurso de uso privado intercambiable por otras prebendas. No se trata de informar convenientemente sino de utilizar la información para ganar influencia política.
No se trata de informar convenientemente sino de utilizar la información para ganar influencia política
Y bien a la vista, la cercana complicidad con los gobernantes, rayana en el compadreo, produjo e indujo a ciertos periodistas a sentirse parte de los elegidos, de esa élite al tanto de un todo supuesto, corriente, de lo que ignora el ciudadano común. Los hace sentir, percibir que la participación en el secreto les confería poder para negociar mayores ventajas. Pero la sensación, salvo en algún caso aislado bastante conocido, era equivocada. Pero en realidad, el político y el sistema adulaba al informador, acariciaba su lomo, le daba de comer en su mano, haciéndole creer que poseía una influencia muy superior a la real.
El camino hacia el puro entretenimiento
Con todo esto así, la calidad del periodismo cayó en picada, la prensa argentina experimentó y experimenta cada día, una fuerte deriva hacia el puro entretenimiento, el escándalo, el espectáculo, la diversión… en detrimento de la información seria, del análisis riguroso. Una tendencia a borrar la frontera que separa la información relevante, fundamental, de las noticias de “interés humano”. Exponer con titulares destacados sucesos morbosos, fungibles, perecederos o intranscendentes, sin ningún tipo de rigor informativo ni siquiera algún rigor aceptable en el uso del idioma. Piezas “periodísticas” que antes eran relegadas a la sección de chismes y simples rellenos.
Ha sido y es una corriente que llevó y lleva a la prensa a difundir los asuntos públicos con elevadas dosis de entretenimiento, de espectáculo, de desconocimiento y desinterés por la cosa pública, primando los detalles sensacionalistas sobre los contenidos profundos, el chismorreo sobre el debate y el pensamiento, la mera imagen sobre el análisis y el razonamiento. Y así se debilitaron los valores clásicos de la prensa: la preeminencia de los hechos relevantes, la sensatez, la observancia de principios básicos y elementales, con grave perjuicio para el funcionamiento del sistema democrático pues el ciudadano necesita información relevante y fidedigna para poder controlar con responsabilidad a sus representantes y a votar con plena consciencia, cuando sea el momento.
La obsesión por ofrecer al público una versión informativa de la comida rápida fue bautizada por Bob Franklin(4) como un proceso de “McDonaldización”, una tendecncia hacia el “McPeriodismo”
Y prima entonces esa obsesión de la prensa por ofrecer un producto barato, rápido, de baja calidad, de proporcionar al público una versión informativa como la de la comida chatarra, la comida rápida, y fue bautizada por Bob Franklin como un proceso de McDonaldización, una tendencia hacia el McPeriodismo. Una estrategia que elevó al Olimpo profesional a meros chismosos, mucho más interesados en el detalle morboso, la frase comprometida con su amo, llamativa o ingeniosa, que en el fondo de la argumentación. Y que relegó, marginó a los verdaderos periodistas, serios, formales, siempre dispuestos a buscar las implicaciones últimas de los hechos.
La “uberización” del periodismo, un proceso inevitable
Con la aparición de la prensa digital se desencadenó cierto vuelco en el panorama mediático. Con costos de poner en marcha y valor relativamente bajos, y funcionamiento muy inferiores implicaban menos barreras, más competencia y menor dependencia del poder.
Y así y todo, la estrechez del mercado de publicidad privada, su dominio por un puñado de empresas, la excesiva dependencia de los favores del poder político en forma de ayudas encubiertas y de filtración de información continuó siendo el principal talón de Aquiles de la prensa libre en Argentina, y no el único, porque la inercia del pasado, y la débil cultura empresarial, llevó a enfocar demasiado frecuentemente los diarios digitales con los mismos parámetros que regían para la prensa de papel; como si fuese el viejo periódico… solo que no se imprime, o sea es lo mismo… por ahora.
Hoy tenemos que el valor de un medio se obtiene apartándose del camino trillado, lanzando ideas novedosas, útiles, que sirvan a la sociedad para profundizar, comprender las causas últimas de los problemas. Argentina, cada ciudad y pueblo, precisan una prensa seria, responsable, independiente, imbuida de sentido de ética y responsabilidad, que respete a sus lectores y se deba a ellos, no al poder político o a los grandes anunciantes.
El periodismo no es más que el fiel reflejo de un sistema clientelar, que fluye de arriba abajo
Se necesita una prensa que, sin olvidar la necesaria rentabilidad, se esfuerce por ganar credibilidad, objetividad, que huya de prejuicios, miedos e intereses mezquinos. Que rebase lo superficial, lo anecdótico, el constante chismorreo, lo superficial, lo chabacano. Que proporcione análisis profundos, debates, nuevas ideas, renovadas interpretaciones que permitan ganar el futuro. Que ejerza como vigilante del poder, como contrapoder, denunciando la injusticia, la corrupción. En definitiva, necesitamos una prensa comprometida con la verdad. Y un público dispuesto a aceptarla… aunque duela.
Pero para eso, antes es necesario reformar el modelo político, y transitar de un sistema de acceso restringido a otro de libre acceso, en la política y la economía. Al fin y al cabo, el periodismo no es más que el fiel reflejo de un sistema clientelar, que fluye de arriba abajo, en el que la economía está también sometida en buena medida al control de un puñado de nombres propios. Se necesita una economía más abierta, diversa y pujante, con muchas más medianas empresas solventes y dispuestas a publicitarse, proporcionaría a la prensa las oportunidades de las que ahora mismo carece. Y también una perspectiva de futuro a la sociedad argentina.
Pan para hoy y hambre mucho hambre para mañana. La torta se vuelve cada vez más pequeña y, al mismo tiempo, aumenta el número de medios que aspiran a un trozo. ¿Qué creen que pasará si esta disparidad de magnitudes sigue su curso? Sí, por supuesto, todos tienen un plan, en lo fundamental, bastante parecido: ser más confiables, mensajeros más eficaces para asegurarse así los apoyos necesarios que aseguren el negocio. Mientras tanto, la sociedad sigue muda, atrapada en una gran burbuja, un mundo virtual donde los protagonistas son siempre los mismos.
Queda bien a la vista que mirar al Poder directamente es como mirar un eclipse de sol sin protegerse los ojos: provoca ceguera. El mercado está en otra parte. Pero los medios, mayormente los diarios están ciegos. El viejo manual de cómo mantener abierto el kiosquito sigue vigente, con todas sus ineficiencias, incluso después de la “gran recesión”(2008) y sus durísimas enseñanzas, de la globalización y del crecimiento exponencial de las redes sociales. Es como un manual que se hereda de padres a hijos, imposible de agarrar para todos, jóvenes y viejos, a la transformación de un sector que no es que esté en trance de morir, es que parece empeñado en suicidarse… ni siquiera en sobrevivir.
(1)Albert Camus. Fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. Su pensamiento se desarrolla bajo el influjo de los razonamientos filosóficos de Schopenhauer, Nietzsche y el existencialismo alemán.
(2) Jean-François Revel. fue un filósofo, escritor, periodista, gastrónomo, miembro de la Academia francesa y polemista político.
(3) Gilbert Keith Chesterton. Fue un escritor, filósofo y periodista británico católico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes.
(4)Bob Franklin. Escritor, actor comediante nacido en Inglaterra
“¿Qué ves?
¿Qué ves cuando me ves? (Me parece que nada)
Cuando la mentira es la verdad
¿Qué ves?
¿Qué ves cuando me ves?
Cuando la mentira es la verdad
La prensa de Dios lleva póster central
El bien y el mal definen por penal…”
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