Es tiempo ya que se acabe el mito, los mitos; que se desintegren los tabúes, es posible que sea el camino que conduzca a la libertad de la Nación, su pueblo y ciudadanos.
La moral de los pueblos
El enigma de la servidumbre voluntaria
Existe una aparente recreación de un mundo imaginario indeseable, una distopía, en la que ha degenerado la situación política y sanitaria de la Argentina actual y no precisamente de un hoy inmediato y de coyuntura, esto es bastante más viejo, y requiere, para la comprensión de su causa, enfrentar uno de los problemas filosóficos y religiosos más antiguos de la humanidad tal vez, como es el eterno dilema entre el mŷthos y el lógos. Y su acumulación en capas digamos, con la moral de las naciones.
Decimos que la Nación, sus costumbres, sus tradiciones, su acervo, su forma de vivir como pueblo, es determinada por el ininterrumpido y consecuente devenir de la acción conjunta de las personas que la componen. Convivir, compartir conocimientos, creencias, conductas, lenguas, configura la idiosincrasia de los pueblos. La historia de una comunidad define su cultura, la máxima expresión espiritual del ser colectivo es su moral.
Con el tiempo, con los tiempos y el uso, y la variedad de significados, en un movimiento casi, hacia la que ha evolucionado el uso esta palabra, moral, y si nos ajustamos a su origen etimológico, decimos que significa manera de vivir, devela la importancia que tiene para las personas el sentimiento de pertenencia a su tribu, por ejemplo. Y es que ésta, la moral es un atributo exclusivo de la especie humana, porque su conciencia le da capacidad para discernir y le da capacidad para obrar ateniéndose a los conceptos de bien y de mal. Y su ser, consciente de su propia naturaleza, tiene la capacidad en su propia voluntad de dominar su instinto, de no actuar animado exclusivamente por los sentidos, sino también por la facultad de su espíritu. Conjuntamente a las anteriores consideraciones, de las que se encarga la rama de la Filosofía llamada Ética, la moral también significa, hoy en día, estado del ánimo, individual o colectivo, confianza, es decir, fuerza del alma. Tener moral, es tanto saber lo que es bueno, como poseer la fuerza para hacerlo realidad. Y hoy vemos una Argentina desmoralizada, en los dos sentidos.
Vemos entonces, que tenemos una preocupante y peligrosa confusión reinante con respecto a la definición de país, Nación y Estado, y esto dificulta de manera compleja y enorme el estudio de las atribuciones que les corresponden. Tenemos que el país es el pequeño territorio, la Nación el hecho histórico y el Estado es la personificación jurídica de ésta, es la Administración, por lo tanto ¿cómo dudar de que funciones les competen? En el Estado está el Gobierno, y ejercerá de forma acorde a como a él llegó; lo que llamamos el hecho nacional es una consecuencia de la historia y de lo que llamamos mitos fundacionales, y hablamos de la herencia de los antepasados y hablamos de la convivencia en el tiempo, esto es, su cultura. ¿Y qué sucede cuando el Estado se inmiscuye, contra natura, en la atribución de las funciones correspondientes a la nación, esto es mitos, religiones, educación, leyes, festividades, arte,…? pues nace el monstruo. Y si queremos sabremos que Regímenes dictatoriales del pasado siglo que ya han expirado, padecían esta aberración. Pero también si queremos, vemos que perduran otros estatismos, bien totalitarios, bien en forma de oligarquías, en un Estado de partidos políticos, que nunca dejan de ser facciones en él.
Y bien a la vista está que como poderes enfrentados que son, su lucha es eterna, solo por el poder, solo eso. Y que, si no se civiliza, estableciendo su original separación por una constitución que garantice la libertad fundadora, esto es que defina su acción y sus límites, el predominio estatal siempre conllevará privilegio y vasallaje. Las dos formas donde la potencia estatal carente de control ha subyugado a nuestra Nación, son diferentes en cuanto a su origen, y por tanto, también lo son en cuanto a la forma de mantenerse. La dictadura se sostuvo por la fuerza, como todas. El régimen de oligarquía que desde 1983, le guste o no, es así, se sustenta en el engaño. Y es llegado a este punto donde hay que tratar de reflexionar acerca de los mitos actuales, en toda la extensión del término.
Y hay un mito que es un relato fantástico asentado en la tradición de los pueblos; y este mito no pretende establecer una verdad racional, ¿por qué? Porque su función es la cohesión de los individuos que comparten una creencia que toman por verdadera. Veamos como las respuestas a las preguntas existenciales que preocupan al Hombre, el nacimiento de una religión o un cuento legendario de la fundación de una nación por ejemplo, son un hecho cultural, y que es natural en todos los pueblos. Y es así, sí, una y otra, y otra vez, el Estado se erige en creador artificial de mitos, y así la libertad queda impedida.
Los pregoneros y encantadores de mitos fundacionales de por ejemplo este régimen desde 1983, incrustados en el Estado, no crean un relato cultural, inventan una gran mentira: “la gran transición en el paso de la dictadura a la democracia”… ¿cuándo? ¿cómo? Y vemos que para perpetuar el engaño y conseguir que perdure el poder omnímodo de gobernantes, “cabilderos” y toda la rémora que de él vive; y hace esto necesaria una constante renovación de las falacias y una constante, ininterrumpida colaboración de una parte significativa de la población entregada a la servidumbre voluntaria. Todo esto ha de realizarse a costa de la integridad nacional, donde la destrucción de su cultura es el arma más eficaz para conseguir la sumisión de un pueblo. Esa es la razón de que se afanen en atacar toda expresión de la misma: lengua, religión, arte, educación, enseñanza, tradición… Y como si fuera poco, si además consiguen que las personas, en lugar de reunirse para afrontar el problema esencial, la falta de libertad, estén entretenidas peleándose por asuntos que carecen de importancia real, el plan es perfecto.
Actualmente, por estos tiempos que vivimos, otro mito al que se aferra el pueblo, insistentemente predicado por los medios de propaganda del régimen imperante, es el de la ciencia. Y la ciencia, que es una forma de conocimiento basada en la observación y análisis de los hechos, tratando de establecer las causas que los producen, y mediante la lógica predecir las consecuencias de los mismos, nada tiene que ver con el mito cientificista sobre el que se asienta el poder de nuestros gobiernos.
Vemos como en la privación de derechos a la que está sometida la nación desde hace más de un año, o tal vez más, pero ahora es más patente, estriba su fuerza en ese mito estatal. Y así es aceptado como un dogma, como una verdad revelada para la doctrinal adhesión de los súbditos, que se aferran al fierro ardiente de su esclavitud como si fuese la tabla de su salvación.
Y sabemos, se supone que sí, que la ciencia es lo contrario al dogma. El científico discute, mientras el tirano, o quien le apoya, sea por interés, miedo o ignorancia, se afirma en el mito. Y es posible que desmembrar, desarmar las falacias gubernamentales con respecto a la naturaleza del Régimen, la perversión del sistema electoral o las medidas privativas de derechos que nada tienen que ver con la medicina preventiva, es fácil con el método científico. ¿Y es esto eficaz? Y no, vemos que no es eficaz, les basta con negar la luz al sol y recibir el apoyo multitudinario de un pueblo habituado a la pesadilla de querer servir al amo que considera menos malo.
Siendo positivos hay que pensar que no pueden ser la falta de inteligencia y la ignorancia, los motivos de que tantos conciudadanos se sometan a las arbitrariedades de los gobernantes, ininterrumpidamente, y al mismo tiempo que una parte colabora además en su implementación, señalando, despreciando, y denunciando a los escasos rebeldes. Entonces, es indudable que mucho más compleja tiene que ser la causa, y basta observar su número, son tantos que tiene que haber personas de toda clase y condición.
¿Podemos decir que sólo una comprensión profunda de la naturaleza humana podría hallar contestación a tan difícil enigma?, y sí, no queda alternativa racional. Y es que el uso de la inteligencia no es la única forma de conocimiento que tiene el hombre, y quizá ni siquiera sea la más importante, veamos por ejemplo, ¿No es acaso, la parte sentimental, de igual o mayor relevancia a la hora de tomar decisiones trascendentales en nuestras vidas?, ¿y la cultura?, ¿y las creencias?, ¿y la pasión?, ¿y el temperamento, que es innato, o el carácter forjado por las experiencias personales?, ¿y el anhelo atávico de pertenencia a una comunidad?, ¿y el miedo?
Y llegamos a un punto que puestos a intentar analizar, tal vez sería más efectivo reflexionar sobre quienes disienten con los llamados pensamientos o ideas de los sectores políticos, culturales, de creencias, de normas absurdas es posible, los disidentes, y tratar de discernir las características que los distinguen. Y a veces parece imposible comprender cuales son las razones o cuestiones emocionales que llevan a un pueblo a someterse a tiranías. Y vemos que ese accionar, un consenso, no requiere esfuerzo, que alcanza con la adhesión a la creencia de mayorías, al dogma estatal, un mito tramposo, falso. Y quienes disienten por pensamiento propio dudan, indagan, quieren saber. Duda porque es libre, piensa porque es libre, piensa porque es incapaz de traicionar al máximo tribunal de su conciencia. Y no están éstos desmoralizados en todo lo que esto implica, no, es su característica fundamental. No están dispuestos a aceptar como verdadero lo que saben que es totalmente falso, lo que alienta su espíritu moral es lo que guía su conducta, su comportamiento.
Y hay quienes se refieren a la situación que se vive, con el término pandemia, falso tanto por su etimología como por su significación médica, o justifica, de cualquier modo, las privaciones de derechos que sufre el pueblo, está haciendo propaganda del Régimen, sea cual fuere su motivación. Y vemos que hay personas que dicen, que declaran luchar por la libertad, pero su acción no es acorde con sus manifestaciones verbales, y se someten sin lucha al arbitrio de los tiranos. Su conducta es inmoral.
La situación es crítica en nuestro país, Argentina, los gobiernos no tienen autoridad, en todo sentido, moral y ético. Y así, un poder, cuanto más grande es la debilidad que ostenta, a la vista de todos los ciudadanos, más grande es la violencia que necesita para conservarlo; y es una espiral sin fin ni rumbo, no se tiene poder y es el poder que se quiere y quiere conservar, menuda intriga del pensamiento, a menos que los motivos sean meramente materiales… de lo que queda en pie. Y cuanto mayor sea el la sumisión de los gobernados, será peor y sin dudas el trato recibido.
Es tiempo ya que se acabe el mito, los mitos; que se desintegren los tabúes, es posible que sea el camino que conduzca a la libertad de la Nación, su pueblo y ciudadanos. La paz, el diálogo, la confraternidad y el espíritu fundacional de una Nación, de una vez por todas, es el único poder que puede ser se enfrente a la arbitrariedad de la potencia estatal, prepotente, degradada aún más en los últimos 38 años, escudada en la “nueva democracia”, que fue una ilusión para las mayorías, es la sociedad civil, la Nación, cuando alcance la consciencia de su fuerza al caer en cuenta de su responsabilidad moral e instinto de su propia supervivencia.
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